Negra espalda del tiempo de Javier Marías o el libro como problema filosófico

En este texto, el autor reflexiona sobre una obra cuyo protagonista es el propio Javier Marías. Tanto así que está escrita en primera persona. Negra espalda del tiempo es una novela tan ambigua como caótica y fascinante.

Por Gonzalo Maldonado Albán

Un libro se vuelve importante cuando nos vuela los sesos o nos arrebata el corazón. Casi todos los libros que aún puedo recordar conmovieron hondamente mis sentimientos; muy pocos siguen en mi memoria porque le hablaron a mi intelecto solamente. Es normal que sea así —supongo yo— porque todo o casi todo lo que entra por nuestros ojos tiene que pasar por el filtro caprichoso de nuestras emociones. Es que, como dijo Hume, la razón siempre será esclava de las pasiones.

Pues sí: solo dos de los libros que yo considero esenciales le hablaron directamente a mi cabeza sin apenas tocar mis emociones. Negra espalda del tiempo, de Javier Marías, es uno de ellos.

javier marías negra espalda del tiempo

Tal vez el origen peculiar de esa novela tuvo que ver con aquello: Marías la escribió después de haber publicado Todas las almas, novela que fue un gran suceso editorial. El protagonista de Negra espalda del tiempo es el propio Javier Marías y la narración está hecha en primera persona. El libro contiene fotografías suyas y de su familia, así como de lugares y personajes que él conoció durante su estadía en Oxford, Inglaterra, adonde fuera para dictar clases de literatura española.

El propósito del texto es deliberadamente ambiguo y su estructura aparentemente caótica. Sin un motivo claro, Marías reproduce en este nuevo libro un capítulo entero de Todas las almas, y en otras partes hace disquisiciones larguísimas sobre sí mismo. Pero lo que al principio podría parecer el devaneo de un diletante se convierte, sorpresivamente, en una historia singular sobre cómo el autor del libro, es decir, Javier Marías, fue nombrado rey del Reino de Redonda.

Redonda existe. Es un peñasco en las Antillas donde los pájaros anidan por millares y es también una monarquía reconocida por la Corona británica, cuya corte tiene orígenes literarios: un poeta, M. P. Shiel, fue su primer rey; Dylan Thomas fue duque de Gweno, y Henry Miller duque de Thuana. Marías heredó ese reino porque en una librería de viejo encontró de casualidad la poesía de John Gawsworth. (Gawsworth —o Juan I— fue el segundo rey de Redonda).

¿Puede la compra de un libro usado hacer que alguien reciba el cetro de una insigne monarquía literaria? O, en otras palabras, ¿pueden los actos inocuos provocar hechos extraordinarios? La perspectiva racionalista —que explica cualquier hecho como el resultado lógico de una causa determinada— pierde fuerza en este relato de Marías porque, desde un punto de vista probabilístico, la posibilidad de que algo así ocurra es infinitesimal…

Si no hubiera una explicación racional para lo que acontece en Negra espalda del tiempo, ¿podríamos decir entonces que las cosas siguen un curso predeterminado y que de verdad existe eso que llamamos destino? Mi cabeza se niega a aceptar aquella posibilidad, aunque debo reconocer que la habilidad de Marías para describir esta historia podría tentar al más pintado a aceptar que en la vida existe algún grado de determinismo y que eso que conocemos como libre albedrío no es más que un bonito cuento de hadas.

Una última explicación filosófica puede ser incluso más inquietante, y es esta: Tal vez eso que llamamos realidad es solo un sueño que cada uno de nosotros fabrica a su gusto. Contemplar esa posibilidad podría resultar sumamente angustioso porque dejaría la puerta abierta hacia un nihilismo truculento y embustero.

Demasiado graves son las preguntas filosóficas que plantea la obra. Mi intelecto —demasiado débil— y mis emociones —demasiado fuertes— jamás podrán contestarlas. Tal vez lo único sensato consista en no querer encontrar jamás una respuesta, sino quedarnos con la satisfacción de plantearnos las preguntas una y otra vez, incesantemente.

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