Museo Reina Sofía: narrativas de la resistencia

Obra de Miriam Cahn, en el museo Reina Sofía.
En la frontera, Miriam Cahn, 2018. Fotografías cortesía Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Hoy más que nunca los museos se han convertido en espacios de permanente mutación. Espacios flexibles, de reinvención y de nuevas miradas hacia la historia.

Muchos museos guardan maravillosas obras de arte en sus bodegas, obras que jamás podremos contemplar en directo, pues su colección es tan avasallante que no pueden mostrarlo todo y, paradójicamente, van adquiriendo nueva obra sin tener espacio donde ponerla.

Tomando esto en cuenta, 2021 ha sido un gran año para el Museo Reina Sofía de Madrid, el cual fue develando, por etapas o episodios, una nueva narrativa de la colección permanente de la institución artística. Lo que ha planteado el Reina Sofía es muy interesante y pertinente, considerando la hegemonía del museo europeo sobre la construcción de ideales y paradigmas eurocentristas dentro de la historia del arte en Occidente.

Desde afuera parece el mismo museo que abrió en 1990. Por dentro, todo se ha movido, excepto el “Guernica”. Después de un arduo trabajo de investigación, la colección permanente, ubicada en cuatro plantas del edificio Sabatini y en dos del Jean Nouvel, replantea su discurso para otorgar nuevas conversaciones y reflexiones entre artistas, investigadores, historiadores y un público que necesita comprender la época en que vive.

Múltiples episodios marcan esta remodelación de la colección. El recorrido sigue ahora un orden más temático que cronológico. Se abren veintiún nuevas salas, más de dos mil metros que conforman casi un museo dentro de otro. El viaje artístico nos brinda una vista panorámica de la historia de Occidente desde fines del siglo XIX hasta la pandemia del coronavirus, pero, esta vez, los diálogos son más profundos y reflexivos, se cuestionan las miradas dominantes y el discurso persistente de la historia que ha sostenido a los regímenes hegemónicos.

Algunos de estos temas incluyen resistencia a las guerras y gobiernos dictatoriales, dominación cultural de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, España bajo el dominio franquista, miradas anticoloniales, crisis económicas, protestas y éxodos a partir de 2008. Por ejemplo, en la planta 1 se exhiben obras bajo la temática Éxodo y vida en común, y son las obras más actuales de la colección. Aquí encontramos el trabajo de la suiza Miriam Cahn, quien aborda explícitamente el tema de la emigración. Su obra resalta el dolor y el sufrimiento de aquellos obligados a dejar su tierra natal.

Este nuevo recorrido nos muestra y nos cuenta la historia política y social del mundo occidental a partir de obras que jamás se han expuesto en las salas del museo.­

Los enemigos de la poesía

La historia del arte en América Latina ha sido la búsqueda constante de su identidad. Primero, miramos a Europa como referente estético; luego al mestizaje que somos, idealizando o volviendo exótico lo indígena; finalmente utilizamos nuestras raíces como dispositivo de denuncia a la opresión y al colonialismo. A breves rasgos, estos han sido los cimientos de la historia del arte en Latinoamérica.

Mirando más hacia el arte contemporáneo, nunca abandonamos las vanguardias europeas ni tampoco las norteamericanas, pero hoy todo se mezcla y relativiza. Sin embargo, permanece la constancia de la resistencia como hilo conductor de nuestra historia.

Museo Reina Sofía.
Munda y desnuda, Roberto Matta, 1986.

Este es el corte transversal del segundo episodio del replanteamiento de la colección del Museo Reina Sofía. Esta vez América Latina es la protagonista, no es la periferia en desuso ni el continente olvidado o exótico, ahora es plataforma de “una experimentación extraordinaria”, como afirma el director del museo, Manuel Borja-Villel.

En diez salas más de un centenar de obras (la mayoría nunca antes exhibidas) recorren tendencias, artistas y coyunturas desde los años sesenta hasta los ochenta. Durante los años de producción de estas piezas, América Latina vive varias dictaduras militares. Los artistas, mayormente censurados bajo el autoritarismo, buscan nuevas formas visuales para manifestar la violencia estructural de sus países. La represión política les empuja a explorar nuevas vías de expresión, y la resistencia se vuelve combustible para nuevas propuestas y formas de arte.

La exposición toma el nombre Los enemigos de la poesía, basándose en un colectivo brasileño Poema/Proceso que rechaza el concepto tradicional de la poesía y utiliza los poemas como base de experimentación. La poesía de Caetano Veloso llega a las paredes del museo y expande su horizonte estético convirtiéndose en un disco objeto.

Argentina cuenta también con su propia sala: Itinerario del 68, con obras de Marta Minujín, Roberto Jacoby, Edgardo Vigo, Horacio Zabala, David Lamelas y Óscar Masotta, entre otros. Allí se albergan trabajos de “artistas imbuidos por el espíritu de Mayo del 68… cuya práctica empezó, poco a poco, a chocar con la oficialidad”, explica la institución sobre la época que coincide con el régimen de Onganía.

También encontramos piezas de Chile Vive 1987, organizada como un acto de apoyo al país por varios organismos españoles, pero no por Chile. Este conflicto se puede observar en las diferencias que existen entre las creaciones del chileno Roberto Matta y del fotógrafo Elías Adasme. La pintura “Munda y desnuda, la libertad contra la opresión” (1986) de Matta fue hecha por el artista específicamente para la exposición basándose en el “Guernica” de Pablo Picasso (obra que también está en la colección del museo), mientras que Adasme tuvo que exiliarse en Puerto Rico en 1983, tras varios arrestos y amenazas de muerte del régimen de Pinochet.

“Un museo no es un repositorio ni un almacén, sino un sitio que tiene que dar herramientas a la gente para que entiendan dónde están. Como institución, es casi una obligación moral”, resume Borja-Villel. Y en este sentido, la responsabilidad histórica del museo es sustancial. Las narrativas que se generan a partir de la selección y el arreglo de piezas en salas o espacios determinados crean un diálogo importantísimo que forma una perspectiva determinante en nuestro imaginario colectivo.

Kidlat Tahimik

Obra en museo Reina Sofía.
Magallanes, Marilyn, Michey y fray Dámaso, 500 años de conquistadores de Rockstar, Kidlat Tahimik, 2021.

Entre las exposiciones organizadas por el museo se destacan las colografías de Belkis Ayón y el impactante trabajo de Kidlat Tahimik, que quiere decir relámpago silencioso en la lengua tagalo de Filipinas. Así se autodenomina este artista filipino nacido en la ciudad de Baguió (1942), cuyo nombre verdadero es Eric Oteyza de Guia. El artista expone en el Palacio de Cristal del parque del Retiro Magallanes, Marilyn, Mickey y Fray Dámaso. 500 años de conquistadores RockStar, y estará abierta hasta el 6 de marzo de 2022. La obra fue creada especialmente para el palacio, la cual revisita la historia del edificio (construido con motivo de la Exposición General de las islas Filipinas de 1987), del colonialismo filipino y la influencia del imperialismo cultural en la actualidad.

Obra en museo Reina Sofía.
Magallanes, Marilyn, Michey y fray Dámaso, 500 años de conquistadores de Rockstar, Kidlat Tahimik, 2021.

Esta instalación está estructurada a partir de diferentes objetos, estatuas, tótems y demás artilugios de todo tipo, creados por artesanos anónimos o colaboradores del artista. La primera parte está dedicada a Hernando (Fernando en español) de Magallanes y a su llegada a Filipinas (1521), donde muere al tratar de someter a las tribus autóctonas. Además de este personaje ya conocido, Kidlat Tahimik recupera personajes filipinos prominentes para el relato histórico de su país.

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Este es el caso de Enrique de Malaca, un esclavo que hizo de traductor y que ayudó a los españoles en su viaje a través de mares desconocidos. “Magallanes no tenía GPS, pero Enrique sabía cómo volver a casa; fue mucho más que un esclavo”, explica el artista, que ha erigido en la exposición un gran barco capitaneado por el conquistador español y su esclavo filipino. En realidad Tahimik propone que Enrique de Malaca fue quien dio la primera vuelta al mundo y no Magallanes. “Siempre habéis escuchado esta historia desde la mirada de los colonizadores, aquí presento nuestra versión”, sentencia el artista.

Hoy la conquista no es con armas, se da a través de la cultura. Este neocolonialismo se vale del cine de acción y del cine erótico, según propone Tahimik, considerado uno de los cineastas independientes más prominentes del archipiélago, quien también es performer y escritor. “Esta guerra cultural continúa aún hoy en día, Hollywood domina nuestras historias”, subraya el filipino, que ha construido un imponente Caballo de Troya de varios metros de alto, del que salen todos estos personajes. “Estos superhéroes siguen colonizándonos, son como un virus cultural”. Mickey Mouse, el Capitán América y Wonder Woman cabalgan unos cohetes de la armada americana, dirigidos contra las esculturas de las deidades locales.

La obra es abundante en contenidos y aparentemente caótica, pero muestra una fuerza que se resiste a esta dominación, un impulso que viene de fuentes históricas y raíces mitológicas, por ejemplo, con la presencia de Inhabian, la diosa del viento filipina que con su aliento levanta la falda de la legendaria Marilyn Monroe.

El mensaje de Tahimik es claro, y la magnificencia de su obra lo enfatiza y lo vuelve aún más sublime. Es un juego a cambiar la historia, a dar la vuelta los papeles del dominante y el dominado. El arte se convierte en herramienta lúdica para nuestra contemplación, ofreciéndonos una perspectiva más provocadora y, ¿por qué no?, también más real.

Obra en museo Reina Sofía.
Episodio II, los enemigos de la poesía. Resistencia en América Latina. Obras de Herbet Rodríguez.
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