Alfaguara, 2018
En esta novela el lector sentirá la exuberancia verbal del laureado autor nicaragüense, cuyo tono narrativo bien puede recordarnos al Cervantes del Quijote por la presencia gozosa de los distintos modos de hablar de sus personajes y por el humor ingenuo, a lo que se suma una galería de seres de papel inolvidables y profundamente humanos que nos recuerdan el espíritu carnavalesco del que hablaba Bajtin, que da a estas páginas dinamismo y vivacidad.
Detrás de la novela negra de Ramírez (quien fue alto dirigente sandinista), con un exguerrillero devenido en detective privado como personaje protagonista, subyace como telón de fondo la historia de Nicaragua: la dictadura de Somoza, el terremoto, la Revolución sandinista y el ascenso de muchos excombatientes a las cimas de la corrupción.
El particular encanto consiste en que estos procesos históricos son narrados desde la perspectiva de personajes marginales; en varios de ellos brilla el sentido de la justicia y la empatía, mientras en otros es evidente el espíritu de la picaresca española.

La desaparición de la hija de un potentado que ha ascendido desde la nada conduce al hallazgo de verdades traumáticas, cuyo origen en la “realidad real” sería la violación a la que Daniel Ortega sometió durante años a su hijastra. Los nombres se han cambiado para proteger a sus dueños, pero las semejanzas son incontrastables.
A lo largo de la lectura, diversos formatos y registros de la lengua han desfilado ante nuestros ojos, y hasta un fantasma nos ha dictado consejos al oído. Lo regional, si es bueno, alimenta la tradición literaria universal.
(Cecilia Velasco)