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Ensamblajes, la otra vida de Oswaldo Viteri

Durante sus 91 años, el maestro Oswaldo Viteri exploró distintas técnicas y propuestas pero siempre existió una constante en su vida: los ensamblajes.

Oswaldo Viteri: Hacia dónde vamos América.

Ensamblajes  

En 1968, el maestro Oswaldo Viteri trabajaba en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Central del Ecuador. Ese año, el poeta y pintor español Manuel Viola llegó a Quito desde el Perú. Durante su estancia en la ciudad Viola, conocido por su arte abstracto y gestual, visitó su taller y el de Guayasamín. 

La visita de Viola coincidió con un acto de rebeldía de Viteri. Un día decidió trabajar con un brocado antiguo, lo cortó, pegó la tela en un cuadro y colocó tres muñecas negras y tres medallas doradas. Ese fue su primer ensamblaje, una propuesta que siguió explorando el resto de su vida. 

Hay varias razones por las que los ensamblajes se convirtieron en esenciales en la obra y en la vida de Viteri. A través de estas obras, el artista ambateño, no solo se desmarcó definitivamente del realismo social que enganchó a sus contemporáneos, un proceso que comenzó en 1963 con sus obras abstractas, sino que le sirvió para dar a conocer la riqueza de los Andes desde otra estética. 

Sus ensamblajes están cargados de muñecas de trapo, arpilleras, casullas encoladas y pedazos de pintura repletos de color, sobre todo, de rojos, azules y negros intensos. A inicios del siglo XXI también trabajó con ceniza de los volcanes Pichincha, Tungurahua y Reventador. 

En esencia, los ensamblajes de Viteri son obras llenas de  símbolos y de conceptos históricos, religiosos, mágicos y antropológicos. Mundos bordados de objetos barrocos que remiten, a cualquiera que los vea, a los páramos andinos, a sus cielos, a sus luces y a sus sombras pero también a su soledad.

En una entrevista que le realizaron en 1996, Viteri comentó que para él, los ensamblajes son obras que más que plantear evidencias lanzan preguntas. “Es una obra -agrego- que tiene como objetivo estimular la creatividad, la imaginación y la interpretación del espectador”. 

Viteri y la Antropología 

Los ensamblajes de Viteri están ligados a su vínculo con la antropología. Una conexión que comenzó gracias a una convocatoria que hizo la Casa de la Cultura y en la que estuvo involucrado el agregado cultural del Brasil y especialista en folclor Paulo de Carvalho Neto, que llegó al país para realizar una investigación sobre antropología y cultura. 

En esta investigación también estuvieron Jaime Andrade Moscoso, Olga Fisch, Leonardo Tejada y su esposa, Jorge Enrique Adoum y Guayasamín, entre otras personalidades de la cultura local. Este trabajo que, en el caso de Viteri se extendió ocho años, le sirvió para enriquecer su propuesta estética. 

Para Ileana Viteri, hija del artista y profunda conocedora de su obra, la influencia de este trabajo antropológico está presente en la incorporación de objetos-icónicos y de objetos-símbolos tomados de la cultura ancestral y popular, sobre todo, del mundo andino. 

En este contexto, para Ileana Viteri los ensamblajes no son solo obras portadoras de significado sino de tiempos y espacios anteriores a la obra de arte. Mundos que “dan lugar a un nuevo lenguaje, que en sí mismo desafía a la pintura”, como sucede cuando uno ve obras como ‘De mis ojos titanes mis silencios’, ‘La lluvia cae como la pena’ y ‘Canto sacro hacia el lucero’. 

Con sus ensamblajes, Viteri demostró que en el país un artista sí puede ir a contracorriente y romper con lo que le impone su época, para él fueron el realismo social y el indigenismo; de los que se desmarcó enseguida, y además que la exploración artística termina solo cuando su creador ha dejado de existir. 

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