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Rosario Villajos explora el cuerpo y sus imperfecciones

La escritora española Rosario Villajos habita su propio cuerpo como la materia perecedera que es. En ‘La educación física’ comparte sus exploraciones y reflexiones sobre los modos en que la sociedad nos obliga a vivir la experiencia de lo físico, siempre imperfecto, pocas veces aceptado.

Villajos  cuerpo
La escritora española Rosario Villajos.

Habitar un cuerpo que a veces se siente ajeno o extraño. Tener que explicar por qué sus maneras no son “femeninas”. Sentirse perdida en un mundo que le dicta cómo debe sentirse y comportarse. Es la experiencia cotidiana de Catalina, protagonista de La educación física (Seix Barral), la nueva novela de la escritora española Rosario Villajos.

La ganadora del Premio Biblioteca Breve 2023 nos lleva a ver el mundo a través de una joven de dieciséis años que debe enfrentar las imposiciones de su madre, los cuestionamientos de sus pares y las culpas que le endilgan otros cuantos. Villajos nos confronta en una novela donde a los cuerpos, sórdidos e imperfectos, se les imponen reglas, formas y una vigilancia constante. Una historia para repensar una sociedad de estereotipos y violencias.

¿En dónde se originan o a qué se deben las exploraciones cada vez más frecuentes de la literatura sobre los cuerpos? 

Últimamente estoy leyendo libros donde eso sucede. Justo estoy con ‘Nada es verdad’ de la escritora italiana Verónica Raimo −aprovecho para recomendarlo−. Hay mucho de cuerpo ahí. Siempre se le ha dado más importancia al alma y a los sentimientos sin entender que las emociones provienen de las sensaciones; del cuerpo, que es lo que realmente está presente. Creo que estar cada vez más alejados de ciertas religiones hace que vayamos explorando más lo terrenal, lo físico y no solo las pasiones y el amor, sino la reacción que tu cuerpo ofrece al mundo, y viceversa. Hace años me costaba encontrar novelas donde se hablara del cuerpo sin vergüenza; hoy la cosa va cambiando.

Catalina, protagonista de ‘La educación física’, dice que aún habitamos un mundo de brujas, curanderos y habladurías. ¿Qué tanto cree usted que hemos avanzado en ese sentido? 

Yo creo que no estamos ni a la mitad, porque es muy atrayente la magia que recubre esas explicaciones y habladurías, esos mitos y leyendas. Al final son pura literatura y nos atraen mucho más que las explicaciones reales. Explicar que alguien tiene cáncer debido a la genética, a que no hace ejercicio o a otro montón de cosas es muy difícil. Es más fácil decir que tenía una mala relación con su madre y que eso se quedó ahí. No estoy diciendo que no afecte, pero no puedes simplificarlo o reducirlo todo a eso. 

Catalina también dice que busca “cada vez más la belleza en lo sórdido”. ¿Qué encuentra usted al narrar el cuerpo desde su escatología y su morbidez? 

Yo creo que a la gente que le molesta es porque le estás recordando que es mortal, que somos efímeros y que vamos a desaparecer. Me gusta hablar mucho de lo escatológico porque es lo más efímero que hay, son cosas que desaparecen por el váter. En general las quitas de en medio, las tiras a la basura, pero creo que hay que recordar que todas esas cosas están ahí y que nosotros somos también perecederos; somos materia orgánica y al final, residuo.  

¿Cómo logró establecer el equilibrio entre la experiencia de lo físico, el padecer el propio cuerpo y explorar eso mismo desde lo mental y lo afectivo?

En mi cabeza yo había separado toda la parte del alma de todo aquello que se siente. Intenté quitar todo lo que pudiera ser sentimental en ese sentido y dejarme llevar solo por las sensaciones, el asco, lo que tiene mucho más que ver con lo corporal. Hay un momento en la novela donde la idea es: ojalá no sintiéramos nada más que hambre, frío, calor, que es menos complicado. No intenté un equilibrio sino más bien basarme en experiencias y sensaciones corporales, y pensar qué es lo que puede transmitirte eso. Hace poco he dado un taller relacionado con escribir a partir del cuerpo y creo que es más fácil partir de experiencias corporales, de un dolor de cabeza, por ejemplo, para hablar de otras cosas, para conectar con los lectores. 

¿Cómo ve Rosario Villajos el abordaje que ha hecho la literatura sobre los cuerpos?

Yo estoy aprendiendo muchísimo. Por ejemplo, otro libro que me tocó muy fuerte fue ‘Huaco retrato’ de Gabriela Wiener, porque no hay muchos cuerpos racializados en la literatura. También leí ‘Solo los valientes’, de Alejandro Albán, que cuenta cómo las personas trans viven el cuerpo. Creo que nadie tiene un cuerpo equivocado. Creo que nadie tiene un cuerpo equivocado; no hablo de nacer o no nacer, simplemente creo que la sociedad está equivocada. El hecho que tú no tengas ese problema o que no te sientas incómoda, no quiere decir que otra persona no lo esté. Catalina se siente incómoda y hay mucha gente que no entiende su dolor, o que la ve como una exagerada.

Cosa que ha ocurrido por siglos…

Claro, como nos ha pasado a nosotras tanto tiempo y por eso nos callábamos, porque no queríamos que nos dijeran que éramos unas histéricas y unas exageradas, pero es que es nuestro dolor. Yo considero que este es un libro para hombres porque a las mujeres no les estoy contando nada nuevo, pero a ellos sí les puedo contar cosas y entonces dicen: ¡ah, yo no sabía que te importaba tanto esto!, ¡yo no sabía que era tan doloroso para ti enfrentarte a ciertas cosas!, o el miedo que se puede pasar montándote con un extraño en un coche, junto a un tipo en el autobús. Antes había temas intocables; hoy eso se está abriendo y se están dando otras discusiones. Tenemos que escucharnos.

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