Quito, 2017
Este es el viaje de un grupo de amigos, cinco mujeres y un pintor con los que tiene que cargar un experto explorador sueco, desde Quito hasta las selvas de los colorados en Santo Domingo, y, luego, hasta la verde Esmeraldas de los años cuarenta.
Un periplo que transcurre en jeep, furgoneta, caballo, retroexcavadora y canoa. Narrado por Emma Robinson, El viaje a la selva se publicó en 1949, en inglés y, un año después, en sueco. Ahora Marcela Blomberg, como parte de la tarea enorme del Archivo Blomberg, decidió publicarlo en edición bilingüe: inglés-español.
Emma Robinson tiene esa mirada y esa palabra sensible. Sus compañeros de viaje y aventura también narran el viaje, cada uno a su manera: Olga Fish dibuja; Oswaldo Guayasamín pinta y busca inspiración (por cierto, la obra de este primer Guayasamín resulta sorprendente); Blomberg hace fotos y busca insectos y bichos raros; Lilian Robinson escribe poesía.
Los aventureros llegan donde los tsáchilas y se hospedan donde la familia Aguavil. Ahí descubren un mundo sencillo y enigmático pintado de achiote, que se puede ver en el rostro adusto de María, en las travesuras de los niños, en la seriedad de Ramón y en el sonido de la marimba de Belisario.

Hija de madre ecuatoriana y padre inglés, Emma cuenta en las primeras páginas que fue víctima de la Segunda Guerra Mundial por una mala jugada del destino: fue llevada a un campo de concentración japonés en Java, donde ella y su hija Chiquita lograron sobrevivir.
El destino también le puso en el camino a Rolf Blomberg. Así, esta crónica se convierte también en una historia de amor. Y el viaje nos muestra un país que, retratado en blanco y negro, todavía tenía todos los colores.
(Milagros Aguirre)