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‘Trajiste contigo el viento’, un pueblo perdido entre la fábula y el desarraigo

‘Trajiste contigo el viento’ es la segunda novela de la escritora cuencana Natalia García. Está ambientada en Cocuán, un pequeño pueblo imaginario ubicado entre la selva y las montañas andinas. El título fue publicado por editorial Planeta. 

Al final, más tarde o más temprano, todos los pueblos de esta parte del mundo terminan como Comala, esa aldea fantasmagórica creada -o recreada- por Juan Rulfo.

Parecería que casi todos los caseríos o las villas cuyos árboles sagrados son el ahuehuete de Oaxaca, el lupuna de la amazonía ecuatoriano-peruana o el quishuar de las estribaciones andinas acaban -por extensión, omisión, abandono y hasta regreso- como ese lúgubre pueblo que fue el terruño de Pedro Páramo.

Trajiste contigo el viento
Esta novela se desarrolla en Cocuán, un pueblo anónimo.

Este es el caso -con sus respectivas idiosincrasias, hitos y señas particulares- de Cocuán, un poblado anónimo acunado en la frontera entre la selva y las montañas andinas que es el protagonista de la segunda novela de Natalia García Freire, esa periodista y escritora nacida en Cuenca en el 1991 que ya removió el panorama cultural ecuatoriano en el 2019 con “Nuestra piel muerta”, obra con la cual rompió con los esquemas y estereotipos que eran  habituales.

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‘Trajiste contigo el viento’

Esta novela de una escritora, aún millenial, escarba con la pericia de un viejo minero en las miserias y avatares de Cocuán, aldea que nació, creció y se estancó a la vera de esas vías “asfaltadas” que planifican los gobiernos de turno para llevar el progreso a toda la patria. Como afirma en una de sus páginas: “Cocuán es un pueblo nacido en el tiempo del polvo. La carretera obligaba a cualquiera que fuese al sur a transitar por ahí… Pero el paso lateral nos exilió y la gente va en camiones sin tan siquiera olerse que también vivimos hombres y mujeres esculpidos por la tierra”. Y sentencia, sin dudas ni remilgos, que ese pueblo es una cadena de pesadillas, un lugar donde ni los muertos quieren quedarse con quienes todavía lo habitan.

El principio de la desintegración se produce cuando fallece la madre de Mildred (una especie de Circe andina) y su padre emprende una misteriosa huida, en unión de varios pobladores con sus animales y atavíos, hacia un lugar desconocido.  

Obviamente, el resto de “cocuanenses” se embarca en una afanosa búsqueda de los fugitivos, con un único objetivo: regresarlos a su lugar de origen y reintegrarlos al ‘estatu quo’ para que puedan vivir y morir en paz.

En esta diáspora de reintegro, la pluma de cirujana de élite de esta máster de la Escuela de Escritores de Madrid nos arrastra hasta lo más profundo de la condición humana. Y nos inserta en una profunda, inquietante y hasta escatológica reflexión sobre la vida, la muerte, el mal, el bien, el dolor, la eternidad…

Son consideraciones y juicios que nacen en de las vivencias y experiencias de nueve personajes específicos, quienes escarban en el pasado y en el futuro de sus vidas y de su comunidad (en busca de alguna solución o esperanza) mientras transitan los caminos perdidos, los atajos escritos en la memoria de sus caballos o los mapas escondidos en las formas de las laderas o en las plantas que beben en los arroyos.

Al final, Agustina, la curandera; Manzi, el cura que se cortó las orejas; Ezequiel, el hombre furia; Agustina, la hechicera; Baltasar, quien elaboró los planes de retorno que se convirtieron en tragedia; Víctor, que encuentra la cueva negra donde sobreviven los buscados y descubre que “hasta los vivos resucitan” y que no nacimos de un soplo sino de un rugido. Los demás miembros de la “expedición” develan, como Filatelio, que en esa lucha eterna entre la vida y la muerte, es la que tiene la última palabra. Y descubren, cómo el cura Manzi, que al principio fue Diosmadre, hoy es el pecado de todos los hombres.  

La trashumancia de Cocuán es detallada por Natalia García Freire con un lenguaje certero como una bala de un francotirador. Con oraciones cortas y contundentes como descargas de 220 voltios. En ‘Trajiste contigo el viento’ hay una consistencia contextual que al principio confunde y abruma, pero que al final hipnotiza y subyuga. Y que hace que las 160 páginas de esta novela impresa por TusQuets Editores se lean igual de rápido que la marcha de los cocuanenses sobrevivientes en busca de sus ancestros.

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