Alfaguara, Bogotá, 2017
Esta autora colombiana radicada en Buenos Aires se hizo con el Premio Casa de las Américas en 2014 por su colección de cuentos Cosas peores. Ahora, su tercera novela confronta a los lectores con los momentos más arduos de la vida de una pareja de la que nadie sale bien librado.
Ni él, un profesor con problemas de alcohol y consumo de sustancias, que sufre un quebranto grave de salud en circunstancias sospechosas, ni ella, que no logra desempeñar su papel de madre.
Las páginas de García Robayo parecen decirnos que las desgracias habitan detrás de cualquier familia que vacaciona en alguna playa del continente, pues la fatalidad estuvo anidándose desde la infancia. Y la presencia de abuelos, tíos y nanas solo hace más fuerte el fracaso de los afectos y los proyectos de una pareja. Casi no se alcanza redención.
La novela está escrita con inteligencia: las digresiones, elipsis y saltos temporales dosifican la información que el lector recibe, y eso genera intriga. La forma en que se narra refleja la desorientación y la subjetividad alterada de Lucía, quien se formula preguntas sobre el sentido del matrimonio, la fidelidad, la maternidad.

Una mirada de extrañamiento atraviesa la novela, tal vez porque varios personajes hablan como extranjeros o viajeros que están de paso. Y los encuentros sexuales dejan una sensación de vacío pues son el mero resultado de pulsiones.
Una pátina de vulgaridad parece cubrirlo todo: la intimidad, las actitudes infantiles, los gestos de solidaridad, como si la historia narrada quisiera mostrarnos que el paso del tiempo no enriquece ni otorga sentido, sino que permite que lo trágico aseste sus acertados e irremediables golpes.
(Cecilia Velasco)