La Caída, Quito, 2017
Hay aquí una propuesta de narrativa diferente; en la primera parte con nombres y apellidos como títulos de los relatos; luego, cada uno con su propio hilo conductor y finales que llegan a la definición de Cortázar: “algo que tiene un ciclo perfecto e implacable; algo que empieza y termina satisfactoriamente como la esfera en que ninguna molécula puede estar fuera de sus límites precisos”.
En estos cuentos todo está en su sitio en una ciudad conocida y caminada: “Horacio Castellanos Moya” y la compulsión textual virtual, combinada con abnegación paterna; “Tomás Gutiérrez Alea” escrito en interrogaciones que pretenden filosofar alrededor de la cuestión de género y de la escritura de un texto; “Rainer Werner Fassbinder”, un acuerdo para comprar, registrar, ver filmes y leer libros sobre Fassbinder, y “Nat King Cole”, donde una joven sueña conocer Corea del Norte y un psíquico cuenta la historia de una coreana ciega, lo que impele a la joven a decidir.

Personajes como el primo Harold, experto en disminuir al resto, esa competitividad que torna infelices a los seres humanos y los vuelve deseosos de una carrera sin fin hasta reivindicarse de las humillaciones y los desprecios.
Superman salvando al protagonista desde la idea de volar y salvarse a sí mismo. El joven en la silla de ruedas que rebobina su parálisis, mientras Lincoln, desde su monumento, un personaje quieto que atraviesa invisible la historia.
‘El Condado y yo’, ‘Empleadas’, ‘La mala racha’ y ‘Santo Domingo’ completan este libro a ratos coloquial, a ratos poético; interesante propuesta cuyo ciclo será más “perfecto e implacable” cuando corrector y editor realicen los ajustes necesarios.
(Jennie Carrasco)