Quentin Tarantino cumplió 60 años y lanzó un nuevo libro, su segunda publicación, su primera de no-ficción: ‘Cinema Speculation’ (título asesinado, con katana a lo Kill Bill, por su traducción española: ‘Meditaciones de cine’).
Curioso: ya circulan los rumores del tema y título de la que será su película final: The Movie Critic, la historia de una crítica de cine ambientada en Los Ángeles de los años 70’. Se especula que el fime estaría basado en la figura Pauline Kael, una de las críticas cinematográficas más afiladas de todos los tiempos y cuyos artículos Quentin leyó con mucha atención mientras crecía devorando cine.
Este libro es una excursión por su vida frente a la pantalla, un diario anual por sus películas favoritas de los años 70’, y una auto justificación de su propensión a la violencia fílmica y al cine sobre el cine. No sorprende que la publicación también funcione como un prefacio al que será su nuevo y último estreno.
Uno de los adjetivos que mejor podrían describir a Tarantino es, en efecto, obsesivo. Este fan, este ‘connoisseur’ (conocedor), este enfermo del celuloide, este cinépata no podría hacer una película, menos aún el broche de oro que quiere ser ‘The Movie Critic’, sin convertirse primero en un crítico de cine.
Tarantino crítico, escena por escena
Sin embargo, su postura frente al séptimo arte, y la de sus propias películas, fueron siempre las de un crítico. Tal vez, de tanto ver cine, de tanto leer sobre cine, de tanto hacer cine (y de tanto leer lo escrito a favor y en contra de su cine), Quentin tuvo la necesidad de sentir su pulso sobre el papel, de entregarse a digresiones divertidas y agudas, de teorizar y, claro, especular. Nada nuevo, Tarantino ya ha hecho de sus filmes vehículos de la más explosiva especulación: no solo salvó a Sharon Tate de la familia Manson en ‘Once Upon’ a Time in Hollywood, además hizo cenizas de Hitler en ‘Inglourious Basterds’.
Aquí, no obstante, apaga la cámara y lo hace con palabras. Uno de los grandes momentos del libro es cuando, efectivamente, especula sobre lo que habría pasado si Brian De Palma hubiera dirigido ‘Taxi Driver’ en lugar de Martin Scorsese. Pues fue a De Palma a quien Paul Schrader, el autor del guión, se le acercó primero con la historia del taxista perturbado, una historia que es a la vez un remake del clásico de John Ford, The Searchers. Las minucias de ese proyecto, de la carrera de De Palma, y del llamado nuevo Hollywood de los 70’s, permiten entender bajo una nueva luz esa gran década del cine estadounidense, la más interesante, según Tarantino.
Sí, hablamos de un sujeto que todo quiere hacerlo de otra forma. Al revés de los connotados franceses de la ‘nouvelle vague’, que primero fueron críticos y luego cineastas, Tarantino se vuelve crítico de tinta y papel luego de haber sido cineasta, pero con una película pendiente. Muy tarantiniano.
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El niño Tarantino
Aunque es imposible separar de la gran pantalla el nombre Quentin Tarantino, el autor nos cuenta la historia de un niño solitario, su madre, las roommates que vivían con los dos y los novios de su madre, casi todos negros, quienes introdujeron a Quentin al cine ‘underground’, a la música soul, al blaxploitation (filmes de explotación negra), a las salas de cine de los barrios marginales donde, si una película no agradaba, era normal gritar, insultar y esperar con fe a la siguiente película. En aquellos tiempos aún se podían ver dos películas en una sola visita al cine.
‘Cinema Speculation’ es, por lo tanto, el relato -película por película- de un niño muy impresionable que, gracias al cine, se convierte en Quentin Tarantino. Un niño expuesto desde los cinco o seis años a las cintas más violentas de la época de la mano de su propia madre: “una película no te va a hacer daño Quentin, lo que sí hace daño son las noticias”. Tarantino, en el patio de la escuela, ya era capaz de cautivar contando lo que había visto (¿no haría eso mismo, años después, su propio cine?). Les contaba a los otros niños aquellas escenas y filmes que ningún familiar les daba permiso para ver y, así, se iba convirtiendo en un tipo interesante, una “mala” influencia, en un niño sofisticado que sabía cosas que tú no.
Agradecimientos para Floyd
Y, para volver al cine-cine, Quentin nos da algunas sorpresas: su desprecio por el conformismo que restringía el cine de los años 50’ y, peor aún, su rechazo al conformismo autoimpuesto del Hollywood de los años 80’, su filiación con la maestría de Steven Spielberg, su entusiasmo por Rocky, su admiración por Sylvester Stallone, además de un par de confesiones:
- La única película que lo traumatizó de niño fue Bambi. Sí, la de Disney.
- Su idea para Django, y más importante aún: su impulso para escribir guiones de cine nació de la amistad y la pasión por el cine de Floyd. Un vagabundo afroamericano (así lo califica el propio Tarantino), que rentaba un cuarto en la casa del Quentin adolescente y que soñaba con llegar al cine con los guiones que escribía en su tiempo libre, o sea, cuando no estaba metido en problemas.