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Succession o la buena costumbre de llegar tarde

Este artículo es para los que prefieren ver una serie cuando ha terminado y todas sus temporadas se encuentran disponibles. Hace ya varios años que “Succession”, la serie de HBO que trata sobre un imperio mediático y familiar, tiene al público servido, y aquí estamos nosotros para confirmarlo.

Un síntoma de que te acercas a una crisis nerviosa

es creer que tu trabajo es tremendamente importante.

– Bertrand Russell – 

Un consejo, y uno bueno, es llegar tarde y salir temprano. Parece parte del protocolo social o tip farandulero para famosos (recuerda que lo leíste primero aquí, en Mundo Diners), pero en realidad viene de la dramaturgia. Dícese de una historia que empieza cuando el conflicto está más que establecido y termina cuando aún habría mucho por contar. El truco es agarrar por sorpresa a los espectadores, involucrarlos de golpe en la mitad de un conflicto armado y armándose, atraparlos, retenerlos por una cantidad negociable de temporadas y soltarlos cuando, habiendo visto todo, quisieran ver más.

 succession

“Succession”, la serie de HBO, sabe muy bien de lo que hablo. Al centro de la trama está la familia Roy y al centro de la familia está el patriarca, Logan Roy, de antecedentes muy, pero muy norteamericanos: un emigrante canadiense que, en Estados Unidos, partió de la nada y formó un imperio, en este caso, el imperio mediático más grande y por lo mismo influyente del planeta. (No en vano dicen y repiten en esta serie que todo se arregla según cómo se maneje la narrativa). Imagina que un solo hombre (también hablamos de un hombre solo, obvio) es dueño de la mayoría de los medios de comunicación consumidos por el ciudadano promedio, de tal manera que en sus manos está el poder para repetir una mentira, o lo que sea, hasta convertirla en verdad y hacerla parte de la Historia Oficial. Nada muy nuevo, es cierto, pero bien se sabe que uno no vino a ver el qué sino el cómo.

Siguiendo con nuestra teoría, en la primera temporada de “Succession” Logan Roy cumple ochenta años, lo que dramáticamente equivale a entrar tarde, ya muy comenzada la historia. Está viejo y parece frágil, es momento para el relevo generacional, para que los hijos se hagan cargo del negocio familiar, pero lo que estos muchachos no han entendido y tendrán que aprender por las malas es que no existe tal cosa como un negocio familiar, ese rancho pertenece a su padre. Más claro: esa plata no es tuya. Se asume como lógico que los hijos, tres hombres y una mujer, adultos y no por eso personas grandes o grandes personas, continúen con el legado. Pero el viejo Roy, célebre entre otros muchos méritos por su facilidad de palabra a la hora de putear, no identifica entre sus retoños siquiera la sombra o el rumor de alguien que esté a su altura y disponga de su inteligencia.

Digamos, sin ser reduccionistas, que “Succession” está conformada por cuatro temporadas y treinta y nueve episodios de eso: los hijos que quieren tomar el lugar del padre; el padre que se rehúsa a ceder un espacio que no ve otra forma de llenar que con su propia y querida presencia de Comandante McDonald’s. En medio, claro, la rutina doméstica de un imperio, los abogados, los accionistas, los socios, los clientes, los empleados fieles y los infieles lacayos, las muertes y mucho pero que demasiado lujo.

A esto último, me lo han dicho los fans recalcitrantes de la serie, miembros del ala radical y asalariados del brazo armado, se le dice en buen y correcto castellano Quiet Luxury, lo que podría traducirse como ‘Lujo sobrio’. Por ejemplo: ropa increíble, que se ve y debe sentirse increíble, pero cuya mayor cualidad es sin duda la buena y sana costumbre de no mostrar marcas ni costuras. Por ejemplo: restaurantes que no se molestan en incluir el precio de los platos en sus cartas porque, primero, es un poco de mal gusto y, segundo, los precios son tan obscenos que no vale la pena mencionarlos; se entiende que si vas a uno de esos lugares es porque puedes pagar lo que cuesta o porque te invitaron; además, qué feo eso de hablar de plata en la mesa, casi tan feo como sacar un revolver y ponerlo sobre el mantel. Por ejemplo: cualquier cosa que a ti te parezca una fortuna, sin importar lo inventada que suene dicha e imaginada cantidad, es para la familia Roy el valor de una propina.   

El lujo tiene algo de porno, calienta, excita, moja, y luego dan ganas de ver otra cosa y capaz sientes culpa o envidia o ambas virtudes a la vez, lo que sería por demás legítimo. Pero el Quiet Luxury, según lo que investigo ahora mismo, tiene que ver con algo que me atrae en serio: no depende de las tendencias, su razón de ser es mantenerse al margen de lo popular, eso me parece lujoso y elegante y necesario, algo tiene que haber en este mundo que podamos hacer sin que haga falta que millones de personas lo hayan hecho antes.       

Y, hablando de privilegios, pues nada, se ven y se escuchan tropas de emprendedores diciendo que en esta generación todos quieren tener su propio imperio. Quizás a eso nos referimos cuando hablamos de una repartición más equitativa o justa de la riqueza: cambiar un mundo sujetado a contados imperios por un mundo repartido en imperios varios, cada uno con su propia bandera y su propio himno y cuyos súbditos, esclavos y prisioneros, sean conocidos como seguidores (a nadie le gusta ser llamado súbdito o esclavo, pero esos mismos nadies aceptan orgullosos el hacerse conocer como seguidores).      

Vendrán los que tumben el imperio y corten las cabezas de los reyes en la plaza, frente a todo el pueblo. Vendrán los rebeldes que quieran tumbar a los nuevos reyes y serán descuartizados en la plaza, frente a las redes sociales. Vendrán, después, dentro de cien o mil quinientos años, los emigrantes que levanten imperios sobre imperios caídos.

Lo que no vendrá es otra temporada de Succession, porque no hace falta; así como acaba la historia, que este año llegó a su capítulo final, produce la lujosa sensación de quedarse con hambre. Muchos te dirán que estos personajes son gente de mierda, pero no podrán dejar de verlos porque esa gente se atreve a lo que estos muchos consideran inmoral. Ahí está el encanto del lujo ajeno: ver y no tocar y qué suerte que no fui yo pero qué ganas de llegar a la oficina en helicóptero. Yo, personalmente, recomiendo otro tipo de lujo: anda al mercado, compra provisiones para una semana o dos (proteína, fruta seca, azúcar y líquidos en cantidad), apaga el celular, prende la televisión y mira Succession.       

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