Sudamericana, 2016
Desde 2003, con Los amantes de Estocolmo, una novela de alto tono erótico que vendió muy bien, el escritor chileno estaba lanzado. Con su saga del detective Cayetano Brulé, siguió la pista de Neruda, Allende y la caída el muro de Berlín, de la que tuvo mucho que decir porque vivió exiliado detrás de la cortina de hierro, en Alemania y en Cuba. Ahora reside en Chile y en Estados Unidos, y es un arrepentido de la izquierda.
En Sonata del olvido hay una frase que se repite: “La vida es como es, no como queremos que sea”. Simple. Y también: “Aquí lo único que no se perdona es el éxito ajeno”.
Clemente es un saxofonista nacido en Valparaíso, que al regresar de una gira por Nueva Orleans encuentra a su mujer con un amante veinte años menor y es expulsado de su casa. Luego, el muchacho desaparece y el músico está bajo sospecha de asesinato. Huye de Valparaíso, seguido, no por Brulé, sino por un detective sueco recién inventado.

Es una trama circular: el personaje siente que su vida está siendo escrita en alguna parte. No como destino sino como ficción. Y en Valparaíso hay un viejo escritor al que debe encontrar para salvarse. Es un tipo muy blindado. Se llama Roberto Ampuero.
Con humorismo involuntario, la trama transgrede la novela negra y enfila para el lado de lo fantástico, aunque, como afirma Roberto Piglia, toda novela en el fondo es una novela de detectives porque el protagonista siempre trata de descubrir algo; algo huidizo y sombrío que anticipa un viaje con enigmas.
Ampuero, profesor universitario traducido a quince idiomas, recibe ácidas críticas y suaves piropos. Y el premio del público que lo lleva en el bolsillo.
(Mili Rodríguez)
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