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Sandra Araya: desterrada y salvaje 

Esta conversación, iluminada entre el aliento del miedo, la familia y la confrontación de la muerte, revela las reflexiones de Sandra Araya, una escritora desterrada y salvaje, y, la primera mujer galardonada en el certamen de novela corta Miguel Donoso Pareja. 

Sandra Araya
La escritora quiteña Sandra Araya.

Hay, en quien migra, un carácter de búsqueda, y una sensación de inevitable extrañeza ante el paisaje. Sandra Araya (Quito, 1980) lo intuye. Es hija de migrantes chilenos y dice tener una suerte de destierro eterno por dentro, porque, desde su pensamiento, todo hijo de migrante está condenado a un nostos (viaje de vuelta al hogar familiar), o un retorno que no se elige, y eso, en ella, es una pulsión que le impele a escribir, aunque, antes de nada, es lectora. 

La escritora del destierro ha publicado cinco novelas: ‘Orange’ (2014), ‘La familia del Dr. Lehman’ (2015), ‘El lobo’ (2017), ‘El espía, la carnada, el precio’ (2018) y ‘Un suceso extraño’ (2018). Además, de un adelanto de ‘El cielo por partes’ (2017) y el cuentario ‘Salvajes (del día después)’ (2022). Araya obtuvo el premio de la novena edición del concurso de novela corta Miguel Donoso Pareja con su novela ‘Los enterramientos’, próxima a publicarse. 

El jurado decidió por unanimidad otorgar el premio por retratar “una conmovedora historia familiar en donde conviven las múltiples vicisitudes del espíritu humano, en algunos casos bajo la pervivencia de los rencores, en otros iluminados por el amor”. Según Josué Negrete, poeta y lector: “Sandra no le teme al lenguaje, ni a la realidad; esta última le da pavor, sí, pero sabe que escribir es una forma de transitarla, y lo hace sin vendarse los ojos, sin tapar su cuerpo, atravesando desnudo la bruma de lo extraño y lo violento, sabiendo en qué momento ser también quietud, silencio y suave respiración, más allá del temor”. A propósito de este reconocimiento, conversamos con la autora. 

¿Qué explora ‘Los enterramientos’? 

Estuve trabajando en este libro desde el encierro, en la pandemia. Es una novela a la que le metí mucho trabajo, histeria, neurosis, sobre todo, cotidianidad, ya que, pienso recurrentemente la muerte y es el tema principal de la novela. 

Creo que, como sociedad, asumimos la muerte de manera higienizada; pero, cuando sucede, no estamos preparados. 

¿Con qué obras dialoga esta novela? 

La protagonista de la novela es una mujer que escribe. Ella llega a los enterramientos indígenas en un valle fuera de la ciudad y encuentra que estos están dispuestos de una manera muy rara, entonces, ante este paraje seco, empieza a sospechar y pensar en Juan Preciado buscando a Pedro Páramo; esta, ya es una referencia a Juan Rulfo. Me gusta pensar en los muertos dentro de la emotividad porque son recuerdos, historias particulares, y creo que cada ser vivo y muerto es parte de una historia colectiva. También dialogo con Juan Carlos Onetti y el ambiente de Santa María. 

En mi próxima novela a publicarse con La Caída, y que, reflexiona la melancolía, converso  con José Donoso. Claro, melancolía es una forma bonita de llamar a la depresión. Todavía no hemos hablado lo suficiente de salud mental. 

En su narrativa reflexiona alrededor del miedo y viaja, introspectivamente, hacia lo más turbio… 

Sí, el miedo es una forma genérica de nombrar muchas cosas, y quise hacer terror en algún punto; pero, me he descubierto escribiendo sobre la tristeza. Por ejemplo, cuando mi mamá leyó ‘El lobo’, me dijo: este no es un libro de terror, sino de duelo. Me interesa la introspección porque afecta la condición humana. 

Menciona recurrentemente a su madre… 

Tengo ‘mommy issues’. Mi mamá es la persona que más me ha bancado, he vivido toda mi vida con ella, y no veo por qué no bancarla. Y, sí, me interesa vivir con ella hasta el final de mis días. Además, me crie con mi abuela materna y, reíamos, fumábamos juntas. Con mi mamá compartimos la pasión por el cine de terror, la adopción de animales, y estamos juntas en la crianza de mi hijo. 

Pienso en cómo se forjan los vínculos, de allí, que el tema de la familia esté presente en mis libros. 

¿Y qué hay acerca de la obsesión lectora de Sandra Araya? 

El libro como dispositivo es un acto rebelde, un acto totalmente de uno, es coger, y hacer esto, -Sandra, sentada con un diario sobre la mesa, sostiene la mirada vivaz, salvaje entre los lentes, y allí, entrega sus ojos con gozo ante sus manos abiertas- ¡y a la mierda el resto! (Sonríe). 

Sonrío. Agradezco la existencia de Sandra, sus temores y sueños. 

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