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Salvador Dalí: el genio surrealista

Salvador Dalí nació el 11 de mayo de 1904 en Figueres (Girona). La Residencia de Estudiantes de Madrid fue uno los eventos que marcaron su juventud. Allí compartió con las vanguardias intelectuales y artísticas que representaron Luis Buñuel, Federico García Lorca, Pedro Garfias, Eugenio Montes y Pepín Bello, entre otros.

En 1925 participó en la primera exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos y presentó en Barcelona su primera muestra individual. Un año después viajó a París y conoció a Picasso y el Museo del Louvre. 

Francia le abrió otros horizontes en 1929, cuando entró en contacto con el movimiento surrealista de André Breton y conoció a su futura esposa, Gala (la rusa Helena Ivanovna Diakonova), musa del proyecto creativo daliniano.

Los años treinta encontraron a un Dalí con un estilo propio en lenguaje y formas de expresión, y marcado por el surrealismo. Admirador de Freud, el artista español intentó traducir al ámbito de la pintura los procesos mentales de la creación onírica. El genio dijo de sí mismo que era “un autómata que registra, sin juzgarlo, y lo más exactamente posible, el dictado de mi subconsciente”.

Agitó el escenario artístico con su método paranoico-crítico en rechazo a la actitud pasiva del automatismo psíquico o el estado alucinatorio. “Quería llegar al acto creativo a través de la interpretación crítica del proceso paranoico y, a través de una pintura excesivamente realista y detallada, deseaba subvertir lo racional y lo irracional, expresando lo uno con el lenguaje de lo otro”, explica una reseña del museo Reina Sofía.

La ciencia fue otro de los grandes temas en su vida y lo reveló tanto en su creación artística como literaria. Le apasionaron las matemáticas, la óptica, la Teoría de la relatividad de Albert Einstein, la física cuántica y la fusión nuclear. 

En 1951 publicó Manifiesto místico que puso de relieve la predilección por temas religiosos bajo el prisma del progreso científico. Más tarde se adentró en las imágenes tridimensionales, la estereoscopía y la holografía. También retomó a clásicos como Velázquez y Miguel Ángel. 

La expulsión del grupo surrealista francés o las críticas por ser admirador del dictador Franco no hicieron mella en su desafiante personalidad, curtida en la excentricidad y el narcicismo. Fue el artífice de su propio mito, la de un personaje teatral, precursor al mismo tiempo del showman, que como genio al fin tuvo admiradores y detractores.

La muerte de Gala en 1982 ensombreció sus últimos años y finalmente Dalí falleció en Figueres, el 23 de enero de 1989. El Estado español es el heredero universal del legado del prolífico artista.

Iconografía daliniana

El artista de Figueres experimentó y creó nuevos lenguajes con un arte controvertido, perturbador y místico. “Utilizó todos los lenguajes de la cultura moderna para desarrollar su discurso artístico y profundizó en su visión global del arte, concibiéndolo como un lenguaje que carece de límites y que debe plasmarse a través de cualquier soporte y técnica de expresión”, resalta la Fundación Gala – Salvador Dalí.

La simbología fue un recurso de extensa reproducción en pinturas, objetos y diseños arquitectónicos. Además de sus icónicos bigotes, figuran, entre otras formas expresivas, muletas (realidad y apoyo espiritual y físico), huevos (dualidad entre duro y blando, y renacimiento), labios (sexualidad), elefantes con patas muy delgadas y largas (fuerza y levitación), langostas (connotación sexual) y relojes blandos (relación espacio-tiempo). 

Salvador Dalí
Cadaqués, España. Escultura representativa del célebre pintor español Salvador Dalí realizada en Bronce por Ros Sabaté en 1971. Foto: Shutterstock

Sitios

  • Teatro-Museo Dalí (Figueres): concebido y diseñado por el artista, expone 1.500 obras.
  • Castillo Gala Dalí de Púbol: regalo del pintor a su esposa, cuyos restos reposan en ese lugar.
  • Casa museo de Portlligat, residencia habitual de Dalí hasta 1982.

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