Romina Muñoz fue la directora del Museo Nacional del Ecuador (MuNa) durante los últimos dos años. En esta entrevista reflexiona sobre el trabajo que se realiza en este repositorio de la memoria y el patrimonio y también sobre la importancia que tiene para el país.
Antecedente: En el discurso que Muñoz dio durante la inauguración de la exposición dedicada a Judith Gutiérrez, de la que también fue la curadora, cuestionó que el MuNa no cuente con sede propia y que sus trabajadores no tengan estabilidad laboral. Al día siguiente fue separada de su cargo.
¿Por qué es importante que en un país que, en teoría, tiene otras prioridades se hable de la necesidad de que el Museo Nacional tenga una sede propia?
Una sede propia va a garantizarle al Museo Nacional un mejor funcionamiento y más independencia. Como todos saben, ahora funciona en el complejo de la Casa de la Cultura; no tiene autonomía y tampoco espacio para sus colecciones. Actualmente no se muestra ni el 2% de lo que hay en las reservas. Los archivos y las colecciones están en otro edificio y eso complejiza mucho el trabajo, porque hay que desdoblarse para atender todo. Lo normal y regular sería que el equipo que esté en el museo tenga la facilidad de investigar la colección y que existan talleres de restauración, pero eso no pasa.
¿Qué ha sucedido para que el Museo Nacional no tenga esta sede? ¿Es una realidad que ha pasado por lo técnico o por lo político?
Es una decisión que ha pasado por lo político. Cuando el Museo era parte del Banco Central hubo muchos intentos de tener esta sede; y, quizás, ese fue uno de los pendientes más grandes que se llevó Hernán Crespo. Con la creación del Ministerio de Cultura se hicieron varias consultorías, pero nunca se concretó nada. Cuando ingresé a la Dirección del Museo, una de las opciones que se barajaron fue ocupar el ala norte del edificio donde funciona el Centro de Arte Contemporáneo. No creo que ese sea el edificio idóneo, porque el Museo necesita más espacio, pero si me preguntan es mejor que estar en la Casa de la Cultura.
Si en un futuro el Museo Nacional llega a tener esta anhelada sede, ¿cómo se debería blindar este espacio para que no dependa del vaivén político?
La designación de la dirección no tiene que ser a dedo; se debe establecer un tiempo mínimo de trabajo y que la salida de este cargo sea por mal manejo de fondos o por problemas éticos de comportamiento y no por hablar o cuestionar los problemas que tiene el Museo o por estar en desacuerdo con la autoridad de turno. Creo que hay problemas desde la elección de la dirección del Museo. Lo digo porque yo misma no sé cuáles fueron los criterios por los que me eligieron. Asumo que tiene que ver con mi trayectoria, pero creo que tiene que existir un proceso de selección más profesional.
El Ministerio de Cultura existe desde hace 16 años. ¿Hasta qué punto la institucionalidad en el sector ha sido sinónimo de politización y cómo ha afectado a la cultura y a los museos?
Me parece que la creación del Ministerio fue una decisión importante, porque elevó a política pública las necesidades culturales. Pero, lamentablemente, más que atender las urgencias del sector se ha dedicado a complacer al Gobierno de turno. Y eso es algo que hay que interpelar. Un paso para deslindarse de esa politización es dando autonomía a los museos. Actualmente hay como una doble cabeza. Por un lado, tienes a los directores de los museos que se encargan del manejo técnico de los bienes, pero la administración de estos está a cargo del Ministerio. Estuve ahí dos años y es algo que no termino de entender.
¿Cree que la burocracia ha terminado asfixiando a la cultura y a sus espacios de memoria?
Creo que la burocracia ha terminado asfixiando a todos los ecuatorianos. Vivimos en una sociedad marcada por el miedo y por todos los procesos administrativos que tenemos que justificar. Nuestro sistema está pensado y hecho desde la desconfianza hacia el otro. Esto provoca que todo se entrampe en una serie de procesos regulatorios de control innecesarios. Tenemos que cambiar la gestión administrativa y partir desde la confianza. Hay que hacer un cambio de chip, porque todo se ha centralizado mucho… y descentralizar es clave. Entiendo que los museos de Quito estén articulados, lo que no puedo comprender es que esta misma Entidad Operativa Descentralizada (EOD) se haga cargo del Museo de Ibarra y del Museo de Esmeraldas, instituciones que deberían tener autonomía para que lleven sus propios procesos.
En el discurso que dio durante la inauguración de la muestra de Judith Gutiérrez señaló que otras dependencias públicas deberían involucrarse, ¿cuáles son y qué papel deberían tener?
Primero, debemos convencernos como ciudadanos que los museos públicos merecen tener condiciones adecuadas para su funcionamiento. Son espacios fundamentales para promover procesos educativos, de revisión histórica, cuestionar nuestras visiones de identidad. Deberían involucrarse más instituciones, como los ministerios de Trabajo, de Finanzas, de Educación y Turismo. Hay una buena cantidad de turistas que llegan al país y lo primero que buscan es visitar el Museo Nacional.
¿Con qué presupuesto contó el Museo Nacional este año?
Cerca de USD 1 659 0000.
¿Esa plata para qué alcanza?
Es un presupuesto bajísimo. Alcanza para pagar guardianía, servicios básicos, hacer algunas mejoras técnicas y mantenimiento, no para mucho más.
¿Por qué los museos, las bibliotecas o los archivos no se han convertido en espacios de apropiación ciudadana? ¿Es algo que solo pasa en el país?
Creo que sí son espacios de apropiación ciudadana; y lo son, de muchas formas. Siempre traté de estar mucho en las salas del Museo para ver el impacto de nuestro trabajo y me sorprendía la cantidad de gente que iba. Vi desde proyectos de ‘homeschooling’ hasta gente que iba a perderse un poco viendo las muestras. Nos quejamos mucho de la violencia en las calles, pero mucha de esa violencia puede ser atendida a través de procesos educativos y pedagógicos desde los museos. No hay que olvidar que los museos son espacios de cuestionamiento, de confrontación de ideas; son lugares que dan cuenta de procesos históricos y hay que seguir revisando y actualizando la mirada sobre ellos.