Cuando la sangre artística corre por las venas, es imparable su derroche. Eso ocurrió con la artista plástica ecuatoriana Rocío Paredes (Quito, 5 julio 1986).
Ella es bióloga marina de profesión. Un día renunció a la perspectiva académica científica, se deshizo de esa camisa de fuerza y se entregó a la libertad absoluta del óleo y los acrílicos sobre lienzos
Revista Mundo Diners conversó con esta multidisciplinaria creadora de brillantes lienzos, esculturas cotidianas y hasta camisetas con retratos de perritos. Su taller se ubica en Quito. El espacio tiene un aura muy íntimo y silencioso. Sin embargo, recibió con brazos abiertos la propuesta a una conversación sobre su vida.
Su nombre artístico es Rocío Angélica y en redes se le consigue como @roanpala. En el siguiente video, ella relata cómo surgió su exploración introvertida que la llevó a explotar su talento inesperado. Un proceso muy autodidacta que la llevó a pintar paisajes y retratos en medianos y grandes formatos:
Rocío desarrolló su talento luego de los 30 años de edad. De hecho, de pequeña dibujaba “terrible”, dice. Su hermana mayor María Piedad era la artista de la familia: dibujante y autodidacta del piano. De alguna manera, Rocío quería ser como ella.
El barrio La Floresta formó parte de la atmósfera creativa de Rocío. Ella creció en esta zona de la capital desde los ocho años. Asistió al Colegio Militar ‘Eloy Alfaro’, de allí su perseverancia y disciplina. “Nunca fui rebelde para nada, siempre cumplía con todo. Pero allí, nunca vi la materia de artes”, recuerda.
Ser artista no era una opción (todavía). Rocío siempre ha amado el mar, de lo que recuerda en sus vacaciones de antaño en Manabí en una propiedad de casa de sus padres. Ello le llevó a cursar la carrera de Biología en la Universidad San Francisco de Quito, con especializaciones en la vida marina.
“He pasado mucho tiempo trabajando en Galápagos, en 2019 fue mi último trabajo relacionado a eso, estuve conviviendo con los lobos marinos en una de las islas para una investigación de una universidad alemana. El mar es mi primer amor y la biología también”.
Rocío Angélica va de lo científico a lo artístico
Tras leer numerosos artículos de neurociencias, se topó con un libro de la autora estadounidense Betty Edwards titulado ‘Dibujar con el lado derecho del cerebro: Curso para la creatividad y la confianza artística’ (1979). Este texto fue definitivo para Rocío. La liberó. La transmutó sin retorno.
“Con ese libro descubrí cómo la totalidad del cerebro se activa durante una experiencia artística y cómo utilizar los dos hemisferios para aprender a dibujar. Toda persona puede dibujar, no es necesario tener un don mágico, la habilidad está en cualquiera”.
Desde allí, la artista quiteña empieza a experimentar consigo misma. “La ciencia me dio el arte”, reitera. El ensayo y prueba fue constante. Aunque la mejora llegó pronto.
Los extensos trabajos artísticos de los neerlandeses Piet Mondrian o Vincent Van Gogh forman parte de la influencia artística de Rocío. El gran despliegue de paletas de colores lo toma como una obligación natural. Nunca se topa con los blancos y negros. “Quiero probar de todo y no me restrinjo a nada”.





Su experimentación ha incluido el uso de lápices, pasteles secos, óleos y acrílicos. Su interacción con sus más de 13 mil seguidores en Instagram le llevó a recibir cientos de estímulos para seguir rompiendo fronteras creativas.
“He descubierto que el óleo en agua es hermoso para hacer retratos. Eso no pasa con el acrílico, se pone pasión y más tiempo, para poder retocar”.
Su última exposición individual se realizó meses antes de la pandemia por covid-19, en el Instituto de Artes Liberales Quilas de Quito. El confinamiento fue “genial”, debido al encierro que le obligó a construir con mayores cimientos su autoestima artítisica, ofrecer clases de pintura online y ampliar su exploración hacia la escultura.

Esta artista no lleva un conteo exacto de sus producciones. Unas mil obras entre lienzos, dibujos y 250 camisetas pintadas. Y ésta última es su más reciente tendencia: camisetas coloreadas con acrílicos.
Sus más fervientes fanáticos ansían fotos de animales exóticos o de sus mascotas, en las que prevalecen los caninos.
“Me encantan cuando veo los videos de mis compradores, que reciben las camisetas que pinto y que sonríen y hasta lloran, es una sensación muy difícil de explicar. Me encanta llenarle de felicidad a la gente. Las camisetas son una forma de promocionar mi arte”.
Sin planes tan ortodoxos ni estructurados para 2022, Rocío Paredes mantendrá su actual estilo urbano hasta encontrar otro nicho plástico que satisfacer.
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