El escritor español Ray Loriga publicó una nueva novela tras superar un tumor y perder la vista de un ojo. Con ‘Cualquier verano es un final’ aborda la amistad y la muerte, sin olvidar al amor.
Ray Loriga no está de vuelta. Nunca se ha ido. Casi se va. Lejos está el escritor maldito, referente de la generación X, representante del realismo sucio español de los años 90. Ya no hay sexo, drogas y rock and roll en sus libros. Pero, como siempre, continúa siendo un adicto del amor.
A inicios de este año apareció ‘Cualquier verano es un final’ (Alfaguara, 2023), la más reciente novela de Loriga (España, 1967), quien alcanzó la fama por Héroes (1993) y se consagró con el Premio Alfaguara con Rendición (2017). Con su nuevo libro explora la amistad y la muerte.
La autoficción es un fantasma permanente. Ray perdió la vista de un ojo. Usa parche. Pero con o sin este, es aún ese pirata que no naufraga cuando escribe, porque se siente que es el dueño del mapa de su propio destino. Quizás, por eso se atreve a hablar sin problemas de la muerte y no como una tragedia, sino como un acto de humanidad.
Ray Loriga, una cuota de realidad
Luiz y Yorick (una alusión al bufón que sostiene la calavera en ‘Hamlet’) son los personajes centrales. Uno de ellos ha sobrevivido al tumor que el propio Loriga padeció, mientras el mundo padecía de la pandemia, y que por poco le quita la vida.
El autor, a través de la ficción, no se victimiza. Por el contrario, su tragedia le permite reflexionar sobre la muerte asistida, sobre elegir cuándo morir. La realidad es que nadie escoge el nacer. Parecería que tampoco se elige el momento de morir. Pero, dadas las circunstancias, sí se podría ponerle fin al capricho de la parca.
Y es que para Loriga el problema no radica en partir. El conflicto está en la enfermedad y el paso de los años. Las dos situaciones apelan a la pérdida. El avance de las manecillas del reloj juega en contra, porque al igual que el quebranto de la salud involucran un deterioro.
“Quién no cambiaría, sin dudarlo, la engorrosa condición de erudito por la hermosa condición de joven”, escribe. La frase sintetiza la visión de Loriga: la vida te va abandonando de a poco, muchas veces de forma terrible, porque no solo lo físico corre el peligro de la pérdida, sino hasta la propia memoria.
Amistad con ‘a’ de amor
Desde su primera novela, Lo peor de todo (1992), Loriga ha dado muestras de su interés por indagar sobre el amor. Unas veces cursi, otras despiadado, ha expuesto a este sentimiento como motor, arranque y freno de los actos humanos.
En esta ocasión, prioriza el amor entre amigos. Cómo dos personas pueden comprenderse hasta con los propios silencios. La lealtad como cimento de la camaradería. La confianza como aliada del respeto de cualquier decisión; así ésta sea el que uno descubra que el otoño atraviesa su cuerpo y llegó la hora de disfrutar del último verano antes de que arribe el invierno.
“Mis pocos amigos coinciden en que mi forma de querer a Luiz es peligrosa, antinatural”, expone Yorick. Esto, considerando que las personalidades de la gente no serían otra cosa que la construcción de especulaciones sobre una persona. Pero Yorick y Luiz superan las especulaciones, porque han forjado una amistad a primera vista.
Por supuesto, el amor de pareja, una de las principales preocupaciones de Ray, está presente. Nuevamente, el amor no correspondido es el eje.
Si en el pasado una valquiria rubia hizo que mil pedazos de su corazón volaran por toda la habitación (Héroes); o un hombre ya no pudo bailar una última pieza con su amada (Ya sólo habla de amor); esta vez, el personaje de Alma representa lo inalcanzable.
Pese a lo dicho, para nada la obra abraza a la tristeza. Por el contrario, hay humor en las punzantes frases de Loriga, quien considera que el vacío se llena por medio de la amistad. Y es que el territorio fraterno es un espacio seguro, pues las personas pueden ser uno mismo ya que no tienen nada que demostrar.
En definitiva, se trata de una novela que exalta a la elección. No habla de la libertad, pero sí es una oda al libre albedrío como la capacidad para ser los dueños de nuestras propias decisiones y existencia.