Raúl Adatti tiene un nuevo show. Una obra en la que mezcla magia, ilusionismo, teatro físico y clown. El espectáculo se presentará hasta el 25 de junio, en el Patio de Comedias.
‘La criatura: magia para gente aparentemente normal’ es un espectáculo escénico con el que Raúl Adatti busca descartar algunos lugares comunes alrededor del mundo de la magia y el ilusionismo: sobre todo, los asociados a la sorpresa y a la alegría.
En esta obra, el mago ecuatoriano quiere que el público se conecte con emociones vinculadas al paso del tiempo y al desapego. Para ello, decidió poner en escena una serie de televisores antiguos, aparatos con los que entabla una relación familiar.
A propósito del estreno de la obra, Adatti conversó con Mundo Diners sobre el origen de su vínculo con el mundo de la magia, y la visión que tiene sobre los magos y los ilusionistas.
Raúl Adatti y la magia
¿Cuál es la diferencia entre un mago y un ilusionista?
En la actualidad, un mago y un ilusionista son lo mismo en el ámbito del entretenimiento. Para mí, el mago es un figura arquetípica y primitiva dentro de nuestra cultura y está relacionada al sabio de la tribu, al chamán. Por otro lado, el ilusionista es un personaje más moderno que juega, a nivel escénico, a hacer ilusiones para entretener a las personas.
Hollywood ha creado su versión de los ilusionistas, ¿se ve reflejada en ella?
Sí, a momentos me he visto reflejado en esa versión de Hollywood. La parte negativa de este modelo es que muchas personas han olvidado las verdaderas raíces del mago. La industria del cine ha enfocado el ilusionismo por el lado de la persona que hace cosas imposibles, cuando un mago tendría que solucionarte algo y no simplemente entretenerte.
Dicen que la magia es el mundo de lo imposible, ¿usted cómo la define?
Para mí, la magia es un arte escénico. Nunca he pretendido que las personas crean que tengo poderes mágicos, porque la verdad es que no los tengo. Lo que sí hago es estudiar y practicar mucho, para darle a la gente esa sensación de imposibilidad y una atmósfera de magia y de ensueño. Lo que pretendo es ser un artista.
Mago Fosforito
¿Recuerda la primera vez que vio a un mago en acción?
La primera vez que vi un mago en acción tenía 19 años. Se llamaba ‘Fosforito’ y era uno de los míticos magos del país. Lo vi hacer un juego en el que ponía papel periódico en un tazón, luego empezaba a batir y de la nada aparecían fideos. Durante días me pregunté ¿cómo había pasado eso? Comencé a estudiar y aprendí que la magia no solo puede ir por el lado de la imposibilidad y la sorpresa, sino por el camino del arte.
¿A qué magos admira y por qué?
Admiro mucho a Javier Mortimer, un mago francés que está trabajando en Las Vegas y que hace magia teatral. También me gusta el trabajo que hacen otros magos europeos, que mezclan la magia con la teatralidad y con una serie de historias cotidianas.
Usted afirma que la magia es un juego, ¿por qué?
Para mí, la magia es un juego porque ayuda a romper los moldes mentales de los adultos. He visto a muchas personas de entre 30 o 40 años que ven algo flotando en el aire y quedan impactados. Por unos segundos, entran en un mundo que no saben cómo explicarlo y ahí se transforman en niños. Los niños, cuando juegan, dejan de pensar y se dedican a sentir. En mis shows busco que la gente entre en ese mundo de las sensaciones.
Uno de los propósitos de la magia es sorprender al espectador, ¿a usted qué le sorprende?
Muchos llegan superescépticos, pero luego entran en el juego y me creen todo. Es increíble ver cómo el ser humano está hecho para conectarse con otros y vivir experiencias juntos.Un día, en un matrimonio había hecho tres horas de magia y terminado con todo el repertorio. Me pidieron hacer un último acto, así que decidí hacer un chiste: alcé la copa y dije esto va por los novios y de la nada vinieron unos dientes de león flotando en el aire y se metieron en la copa. Fue algo tan azaroso y al mismo tiempo tan mágico.