En el séptimo mes del año proponemos siete libros de poetas ecuatorianas. Se trata de
poemarios escritos en los últimos años y que demuestran el gran nivel de la lírica nacional.
Julio es el mes siete del calendario y por eso proponemos siete poemarios de escritoras ecuatorianas. Estos fueron publicados en los últimos siete años y confiamos que trascenderán en el tiempo.
‘El color de la granada’, Carla Badillo
La imagen es la piedra angular de ‘El color de la granada’, libro con el que la poeta ecuatoriana ganó el Premio Loewe a la Creación Joven. El punto de partida es la película biográfica del armenio Sayat Nova. Con una hilarante imaginación, se hace un road movie donde la carretera es la palabra para lograr una oda al arte y entender que éste existe porque la vida no basta.
‘Caballo y Arveja’, Mariuxi Balladares
Los silencios inspiran. Los ladridos, también. ‘Caballo y Arveja’ provoca acariciar las páginas de este poemario, porque evoca a los perros de Mariuxi Balladares, que también son los nuestros. Ella mira fijamente a esas mascotas que son mucho más que una familia. Estos seres son los que le permiten comunicarse con el mundo que, a través de las descripciones físicas y emocionales, construyen uno de los más melodiosos textos de la literatura actual.
‘Ofidias’, Valeria Guzmán
El cuerpo, la piel y la lengua como instrumentos para hablar de la identidad femenina. ‘Ofidias’ es un poemario que engloba varios libros, todo un logro dada su relativa corta extensión. El mito y la memoria, la familia y la naturaleza, la infancia y la madurez son parte de una poética de la contemplación. Un poemario que tiene tiempo hasta para dialogar con referentes como Virginia Woolf, Alfonsina Storni, entre otras.
‘Historia de la leche’, Mónica Ojeda
La belleza en la escritura de Mónica Ojeda es que lo deconstruye todo. Se trata de un nuevo pentateuco lírico (sin contar el epílogo). Le da la vuelta a lo bíblico para narrar la historia de Caína y Mabel. La violencia, el miedo, lo innombrable… la historia de la humanidad que no es otra cosa que hablar de lo que hiere. La familia como núcleo de la más feroz tensión para derribar lo sagrado a través de la palabra.
‘Jardín Transparente’, Camila Peña
En ‘Jardín Transparente’ hay una voz infantil. Esto quiere decir que está presente lo diáfano, y eso acarrea un peligro. Las imágenes de la naturaleza más cercana dan cabida a que uno habite la calle de la sensación. Uno recuerda la primera vez que tocó una flor o cuando los pies rozaron el
césped. Se trata de poemas cortos, como la vida de una mariposa, pero tan bellos como ella. El libro se llevó el Premio Hispanoamericano Francisco Ruiz Udiel.
‘Llévame a casa, por favor’ Andrea Rojas
Recientemente publicó ‘Furia’ y da rabia no hablar de este trabajo, pero se debe exponer lo que se lee. ‘Llévame a casa, por favor’ es un reencuentro con la infancia. Se trata de unos textos honestos, en los cuales queda en evidencia una de las etapas más frágiles de la vida. Está presente el dolor, pero se lo aborda como un terreno fértil para sembrar la esperanza.
‘Lugares que no existen en las guías turísticas’, Gabriela Vargas
Hay espacios que parecerían inexistentes, pero habitan en los rincones del cuerpo, en las esquinas de la memoria. Un poemario que noquea al lector, dada la agudeza al revelar la brutalidad humana. Un grito ahogado y profundo sobre el sufrimiento. Por lo menos, desde la palabra, la poeta enseña que hay una posibilidad de belleza en el dolor. Uno de los mejores poemarios escritos en los últimos tiempos, razón que le permitió ganar el Premio Internacional Vicente Huidobro.