Pierre-Auguste Renoir nació el 25 de febrero de 1841 en la ciudad de Limoges, y murió el 3 de diciembre de 1919 por una neumonía, en su casa de Cagnes-sur-Mer, en el sur de Francia.
En 1861 entró en contacto con el arte pictórico del estudio de Charles Gleyre, donde conoció a futuros colegas y amigos como Claude Monet y Alfred Sisley. En 1862 ingresó a la Academia de Bellas Artes.
El Salón de París no vio con buenos ojos las escenas en movimiento, los colores brillantes y la luz en cuadros de una nueva generación de artistas, el detonante para que Renoir, Monet, Camille Pissarro, Paul Cézanne y Edgar Degas organizaran en 1874, en el taller de Nadar, una exposición independiente con la cual nació el movimiento impresionista.
En general, la creación artística de Renoir fue más que nada sensible al tacto, sutil en la intimidad y libre en la forma y estructura. Sus pinceladas camaleónicas pasaron de recursos naturalistas e impresionistas al espíritu clásico.
De acuerdo al catálogo de la exposición Renoir: intimidad (Museo Thyssen-Bornemisza y Museo de Bellas Artes de Bilbao, 2016-2017), más allá de discontinuidades y diferentes giros estilísticos, entre los elementos comunes en el arte de Renoir está una producción artística placentera, apacible y popular, con una visión del mundo alegre, afectuosa y optimista.
Pero lo más relevante son las sensaciones. No solo la vista, el olfato, el gusto y el oído se conectan con escenas, rostros y paisajes, sino que, precisa el catálogo, “es el tacto al que más atención prestó el artista y el que más conecta con la idea de intimidad, gracias a esa estrecha relación entre los personajes que se tocan las manos, a las cabelleras que se enredan entre los dedos, a los perritos en el regazo de sus dueñas, a las manos que bordan o tocan un piano o a las joyas que exhiben sus retratados”.
Todos esos sentidos, añade el análisis, “tanto si trabajan juntos como por separado, son los que, cuando contemplamos una obra de Renoir, provocan una sensación de calidez, cercanía y confort en el espectador”.


El legado de más de cinco décadas del artista francés se reparte entre museos y colecciones privadas en todo el mundo, entre ellos, los museos Marmottan Monet de París, J. Paul Getty de Los Ángeles, MET de Nueva York, el Instituto de Arte de Chicago y la Galería Nacional de Londres.
La colección más grande son 181 pinturas de la Fundación Barnes en Filadelfia.
Hashtag #RenoirSucksAtPainting
Desde 2015 un movimiento anti Renoir en Instagram reclamó a museos estadounidenses el retiro de las obras del pintor francés. Critican la técnica, la cromática y la estética de uno de los grandes maestros del impresionismo con el pretexto de preservar las bellas artes de semejante degradación. En conclusión, odian a Renoir.