Con la novela “Personas decentes”, el escritor cubano Leonardo Padura insiste con el género policial
Leonardo Padura (La Habana 1956) ha demostrado que es uno de los grandes escritores latinoamericanos del género policial, lo ha demostrado con su ya legendario detective Mario Conde.
Al igual que en sus novelas anteriores, Conde es un detective privado al que se le encargan las misiones más complicadas en el entorno de un país como Cuba.
Personas decentes (Tusquets Editores S.A. 2022) corresponde a la serie Mario Conde, el policía jubilado tempranamente del servicio activo, que para ganarse la vida se dedicó a la compra/venta de libros y obras de arte.
En la más reciente novela, Leonardo Padura ubica los hechos en La Habana de 2016, donde nunca ocurre nada, pero que en pocos meses suceden acontecimientos increíbles y Cuba es el centro de la atención mundial.
Obama y Rolling Stones
Fue un 2016 histórico para los cubanos por la visita del carismático ex presidente de Estados Unidos Barack Obama y pocos días después la presentación del famoso grupo británico Rolling Stones, con Mike Jagger a la cabeza.
Y como si eso fuera poco, también estaba anunciado un desfile exclusivo de Chanel; demasiados episodios para un país, pero bastante optimismo de que las cosas iban a cambiar y que Cuba existe a los ojos del mundo.
La policía cubana tenía bastante trabajo, especialmente en materia de seguridad, para garantizar el éxito de todos los eventos y por eso recurren a la experiencia de Mario Conde para aclarar un caso muy escabroso: el asesinato de un ex alto mando de la policía secreta cubana.
Guerra entre proxenetas
Simultáneamente, como si se tratara de otra novela, Leonardo Padura lleva al lector hasta otro suceso histórico de inicios del siglo XX, en una Cuba que se había independizado casi en las postrimerías del siglo XIX de España.
Pero también el planeta vivía bajo la amenaza del cometa Halley, que podía estrellarse sobre la tierra en lo que se creía sería una tragedia apocalíptica… estaba prevista su caída en abril de 1910.
Hay momentos en los cuales las dos novelas se entrelazan, porque Mario Conde conoció el caso ocurrido en 1910, en el que se produjo una masacre y la muerte de los principales proxenetas de la época, muy cercanos a los círculos de la política local.
La Habana era considerada entonces la Niza del Caribe y el caso tan antiguo tenía vínculos insospechados con el presente; Conde se encargaría de evidenciarlos.
Podría decirse que Leonardo Padura debutó en la literatura universal con una novela histórica: El hombre que amaba a los perros, de 2009, en la que revela hechos hasta entonces desconocidos sobre el asesinato en México del líder disidente soviético León Trotsky.
Ahora Padura usa el recurso de la novela histórica para contar lo que ocurrió con el proxeneta o chulo Alberto Yarini y Ponce de León, cuya carrera política se frustró solo porque fue asesinado y narra que su funeral fue tan apoteósico como el de uno de los tres líderes de la independencia: el generalísimo Máximo Gómez.
Un confeso estalinista
Vamos al presente, porque Mario Conde reflexionaba que de a poco La Habana dejaba de parecerse a La Habana, la urbe empezaba a sentirse más cerca de lo mejor que podía ser: “una ciudad narcótica, de perfumes, luces, tinieblas y fetideces extremas”.
Treinta años atrás un simple cigarro de marihuana disparaba las alarmas; a Cuba no iban más de cinco turistas: un búlgaro, un checo y tres “hermanos soviéticos”, se escucha en un diálogo entre policías.
La misión de Conde es encontrar al asesino de Reynaldo Quevedo, un estalinista confeso, poeta mediocre, que en los años setenta se encargó de perseguir a la intelectualidad que no se alineaba con la causa revolucionaria.
Demasiados escritores y artistas cubanos sufrieron la persecución de Quevedo porque se negaban a convertirse en el “Hombre Nuevo” que proclamaba la Revolución.
Entre sus víctimas, recuerda Conde, figuraban José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Alberto Marqués.
Quevedo, un “redomado hijo de puta”, como lo define Conde, vivía en un lujoso departamento que estaba decorado con valiosas obras de arte incautadas a los artistas “enemigos de la Revolución”.
Encuentran el cadáver en su departamento, mutilados tres dedos de una mano y el pene.
Quevedo podía acumular demasiadas víctimas que hubieran deseado su muerte por “hijo de puta”, pero los excesos con su cadáver codificaban señales más complejas, cavilaba Mario Conde.
Y resulta que otro socio en los sucios negocios de Quevedo también aparece muerto y arrancados sus órganos sexuales. El caso se complica más y Mario Conde estaba presionado para aclarar los pavorosos crímenes.
En la parte final del libro, a modo de precisión, Padura escribe que, por razones dramáticas del argumento novelesco “me tomé la libertad de alterar levemente las cronologías y fechas reales de los días de las visitas de Obama y los Rolling Stones a Cuba”.
Aclara también que Personas decentes es quizá la más policial de las tramas que ha escrito. “Sentí la necesidad de practicar a fondo el género y escribir una historia con varios muertos y muchos crímenes”.