Nick Mills, con colaboración de Patricio Donoso H.
UDLA, Quito, 2019
El libro construye un perfil del expresidente Hurtado a base de entrevistas a personas que lo han conocido, en distintos ámbitos, a lo largo de su vida. Están, de entrada, los testimonios cálidos de sus hermanos que relatan la vida familiar en Riobamba, donde no hubo largueza material.
De esa época destaca la anécdota de cómo el joven Hurtado salía en los recreos del colegio a cuidar de su madre que había sufrido un derrame cerebral. También están los testimonios, inteligentes y desenfadados, de sus cinco hijos, que retratan a un padre más bien ausente de la vida cotidiana —no iba a las reuniones de padres de familia de los colegios— y reflexionan con admiración sobre su legado.
Y entrevistas a algunos miembros de su equipo de Gobierno, como Alexandra Vela que recuerda los difíciles momentos políticos que Hurtado debió enfrentar tras la devaluación del sucre, cuando se inauguraba lo que hoy se conoce como la “década perdida”.
Hay, adicionalmente, testimonios de periodistas y académicos como Simón Espinosa, quien no escatima elogios para El poder político en el Ecuador, la obra más importante de Hurtado, y relata que, cuando le conoció, creyó que Hurtado era un cura jesuita por la lógica arrolladora, la sobriedad con la que se expresaba (y la pinta formal).

El libro termina con una reflexión que el propio Osvaldo Hurtado hace sobre su vida, en la que se distingue un tono inusualmente íntimo y confesional dado por su origen coloquial.
Así, de este coro de voces emerge el retrato de un demócrata convencido, dotado de un acervo intelectual poco común y de una honestidad a toda prueba; el “último mohicano” de la clase política ecuatoriana.
(Gonzalo Maldonado)