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La historia del OchoyMedio aterriza en el mundo de la ficción

El cineasta Miguel Alvear es el autor de ‘La pasión de Juana Arcos’, un libro en el que ficciona la historia del OchoyMedio y de Mariana Andrade, la dueña de este cine que funciona en el barrio La Floresta desde hace 20 años. 

Miguel Alvear
Una de las imágenes que son parte del libro ‘La pasión de Juana Arcos’.

En el prólogo se cuenta que originalmente ‘La pasión de Juana Arcos’ iba a ser una película y luego una serie. ¿Cómo cambió el proyecto hasta convertirse en un libro? 

Inicialmente se me planteó hacer un documental sobre la historia del OchoyMedio. Eso iba a implicar hurgar en bodegas, cajones y archivos y yo no tenía ganas de hacer ese trabajo. Además, me parecía que un documental iba a ser muy institucional. Pero luego nos comenzamos a juntar con Mariana Andrade y recordamos las cosas que habían pasado; y de pronto empecé a verla como un personaje y a escribir a partir de esa idea, pensando en una serie. Luego tuve una conversación con Alexis Moreano y me contó que en Francia los directores de cine están publicando libros sobre películas no realizadas. 

Por lo general pasa al revés, ¿no?

Sí, pero a veces hay un cuento o una novela que sirve de base para hacer cine. En ese contexto, decidimos que ‘La pasión de Juana Arcos’ sea una película que se vea leyendo, que no se mire en una pantalla sino en las páginas de un libro. Por eso tiene elementos visuales, como storyboards y partes en formato de guion, que aducen a un posible montaje. 

¿Qué ganó la historia del OchoyMedio y de Mariana Andrade al pasar al mundo de la ficción?

Que se mantenga como una historia viva. El rato que se empiezan a fijar las cosas empiezan a parecer destinadas a ir a un museo o a un mausoleo. Creo que el camino que elegimos es más consecuente con lo que ha sido esta historia, que ha estado muy vinculada a la creación. En lugar de rescatar la memoria, que es algo que está muy manido, nos planteamos inventar la memoria y eso necesariamente implica un ejercicio creativo. 

¿De dónde salió el nombre de El Felina, la sala de cine de esta historia de ficción?

El OchoyMedio también existe por la relación de muchos años entre Mariana Andrade y Camilo Luzuriaga, que son los fundadores del cine. Ellos venían trabajando juntos desde los años 80. Mariana produjo las películas de Camilo, entre ellas ‘La Tigra’, una cinta que tuvo mucho éxito en taquilla en los 90. De ahí jugué con el nombre de Fellini. 

Juana Arcos (Mariana Andrade en la ficción) tiene el semblante de una heroína, ¿usted cómo la ve? 

Desde hace muchos años molesto a Mariana y le digo que tiene el complejo de Juana de Arco. Una condición psicológica de personas que sienten que tienen una misión divina y que a capa y espada intentan transformar las cosas; en ese convencimiento van levantando muchas lealtades, pero al mismo tiempo, también mucha oposición. Juana de Arco tuvo mucho de santa y de mártir, y siento que Mariana es un poco así. Hay gente que la aprecia mucho y que la ve como una especie de heroína y eso es buen material para contar historias. 

Historias permeadas por buenas dosis de humor negro.

Nunca pensé que iba a contar esta historia con humor negro y con ironía. Lo que siempre tuve presente fue esta perspectiva de reírse de uno mismo. Finalmente, es un libro que habla sobre el sector cultural y entonces me dije que en lugar de lamentarse, sería bueno reírnos a través de esta forma de representarnos. También reírse del poder, que es igual de tragicómico que el resto de la sociedad. En Latinoamérica hay una tradición muy arraigada de esto de hacer mofa del poder. Lo vemos en todos los rituales y fiestas indígenas. 

Pasando de la ficción a la realidad, ¿para usted qué es el OchoyMedio?

Conocí a Mariana en la filmación de ‘Prueba de vida’ la película que Taylor Hackford vino a filmar en el 2000. Mariana Andrade y Camilo Luzuriaga contrataron a toda la gente que tenía vínculo con el quehacer cinematográfico en Ecuador. Luego, cuando empezó el OchoyMedio, me ofrecí para hacer las piezas visuales de promoción, de video arte y de cine experimental que se proyectaban antes de las películas y todo de manera gratuita, porque me parecía importante que Quito tuviese una sala independiente, donde los artistas pudieran presentar sus obras. Además, en ese momento, la relación de los cineastas con las salas de cine comercial eran complejas. A lo largo de los años hicimos dos largometrajes y un montón de muestras de cine, publicamos libros y generamos mucho pensamiento sobre cine. 

¿Por qué es importante la existencia de este cine de barrio?

Creo que es un hito para el país. No sé cuántos espacios más hay con esa permanencia y esa vitalidad. Yo le he visto a Mariana, muchas veces, a punto de que todo colapse, pero de alguna manera ella vuelve a levantarlo. Y eso es encomiable. Es la casa del cine ecuatoriano. Existe la Cinemateca, pero al ser un espacio institucional público está un poco al vaivén de los presupuestos y de lo que esté pasando en la política. Pero también diría que ha sido víctima de la polarización de la sociedad ecuatoriana. 

¿Ahora que ya se publicó el libro, no tiene el bichito de que se convierta en película?

Sabes que pensaba que con la publicación del libro, el tema de la película quedaba zanjado para mí, pero para el lanzamiento me pidieron un spot y lo hice filmando las páginas del libro, tomando fotos, grabando a una amiga mientras lo leía y filmando las ilustraciones. En Guayaquil se lo mostré a Mariana y a unos amigos cineastas y me dijeron ahí está la película. Les gustó la idea de collage que, otra vez, está a medio camino entre el libro y una cinta. Quizás se transforme en una serie web, pero hay que ver. 

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