Nikola Tesla falleció el 7 de enero de 1943, a los 86 años, en el hotel New Yorker. Vivió los últimos diez años de su vida en las habitaciones 3327 y 3328 del emblemático hotel art déco de Nueva York.
Pese a sus contribuciones tecnológicas, gran parte de ellas vigentes, el legado del genio estadounidense de origen serbio sucumbió en el olvido, y al final de su vida estuvo solo y delirante sobre el futuro inalámbrico.
Además de la producción y distribución de energía eléctrica tal y como la disfrutamos hoy y de los motores que ponen en funcionamiento los electrodomésticos, contribuyó al desarrollo de la robótica, el control remoto, el radar, los rayos X, la computación, la balística, y la física teórica y nuclear.
Tesla nació en 1856 en el pueblo de Smiljan, en la actual Croacia. Era una noche de tormenta y relámpagos, y la partera presagió que el niño sería “un hijo de la oscuridad”, pero la madre, una mujer aficionada a la inventiva, respondió “no, él será un hijo de la luz”.
El inventor de la iluminación no terminó estudios universitarios de Ingeniería y, tras un tiempo en Budapest y París, llegó a Estados Unidos en 1884 y comenzó a trabajar para el inventor y empresario Thomas Edison, a quien admiraba y quien también llegó a ser su principal adversario.
Tesla, creador del sistema de corriente alterna, y Edison, defensor de la corriente continua, entablaron un feroz enfrentamiento mediático que se conoce como “la guerra de las corrientes”. Pero el sistema del serbio, más eficiente, se impuso a escala global a partir de su utilización en la Feria de Chicago en 1893 y de un contrato para la hidroeléctrica del Niágara.
Otro episodio fue el mérito adjudicado a Guglielmo Marconi por la primera transmisión de radio en 1901 y el Premio Nobel de Física en 1909. Lo cierto es que este utilizó diecisiete patentes de Tesla, el verdadero inventor de la radio, un reconocimiento tardío que llegó en 1943, ocho meses después de su muerte.
El mayor sueño de Tesla era crear una red inalámbrica mundial de comunicaciones y de distribución de energía gratuita, sin cables ni combustible, para lo cual construyó la célebre torre de Wardenclyffe, en Long Island.

Ese proyecto, pionero para las telecomunicaciones, resultó utópico y no fructificó por falta de financiamiento. La torre fue destruida durante la Primera Guerra Mundial por temor a que fuera usada con fines informativos.
Según el Museo Tesla, en Belgrado, el inventor de origen serbio obtuvo un total de 308 patentes en veintisiete países. De ellas, 116 patentes básicas y las restantes 192 análogas (protegidas por una invención básica). En su honor, en el Sistema Internacional de Unidades se nombró tesla (T) a la unidad de densidad de flujo magnético o inducción magnética.
El Nikola Tesla de carne y hueso
Muchos se preguntan si Tesla, presa de estafas de Edison y Marconi, fue un potencial peligro para los intereses de los monopolios de su época, por ejemplo, con la transmisión inalámbrica de energía, o víctima de su propia arrogancia.
La gran virtud de Tesla fue trabajar en beneficio de la humanidad, sin ambiciones personales ni réditos económicos, pero no se relacionó ni compartió sus teorías e invenciones con la comunidad científica. Prefería hablar con la prensa. A ello se suma la difamación constante por parte de sus rivales.
El hombre que predijo que mensajes y noticias se recibirían en un aparato sencillo y barato, que cabría en un bolsillo, desarrollaba sus proyectos mentalmente. Gozaba de una excelente memoria fotográfica y se cree que sufría de un trastorno obsesivo compulsivo.
El escritor e historiador Alan Butler (documental The Genius of Nikola Tesla) compara la mente de Tesla con la de Leonardo da Vinci, al señalar que “trabajaba en muchas direcciones distintas de manera simultánea. Pensaba como un físico pero actuaba como un ingeniero”.
Por su parte, María Santoyo, curadora de una muestra sobre el genio de Espacio Fundación Telefónica, sostiene que “la sociedad contemporánea de Tesla no estaba preparada para Tesla”. Su forma de ver el mundo, la humanidad y el progreso, precisa, “eran absolutamente incomprendidos y adelantados a su tiempo”.
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