NOTA DE LIBRE ACCESO

“El Festival de Música Sacra es un respiro en medio de tanta vorágine”

Las palabras son de Simón Gangotena, el Director Musical de la Fundación Teatro Sucre, la institución que organiza el Festival Internacional de Música Sacra. En esta entrevista reflexiona sobre los vínculos entre lo sonoro y lo espiritual. 

Desde hace dos décadas, y con veintiuna ediciones ininterrumpidas, el Festival Internacional de Música Sacra se ha convertido en el mejor prólogo sonoro de la Semana Santa en Quito. 

Música sacra
Simón Gangotena, en uno de los espacios del Centro Cultural Mama Cuchara.

Durante dos semanas, cientos de personas llenan iglesias y algunos espacios culturales de la ciudad, para conectarse con el mundo de la espiritualidad a través de propuestas musicales de artistas nacionales e internacionales. 

Hasta el año pasado, Simón Gangotena -exdirector de la Fundación InConcerto, que organiza el Festival de Música Ocupa– había vivido este festival como músico y como parte del público. 

Pero ahora lo hace desde adentro, como Director Musical de la Fundación Teatro Sucre. En su nueva oficina, ubicada en el Centro Cultural Mama Cuchara, conversó con Mundo Diners sobre este festival y sus conexiones con la espiritualidad. 

Iglesias y exploración sonora

¿Para usted, cuál es la esencia del Festival Internacional de Música Sacra?

Creo que la esencia del festival está en su capacidad de convertir a la música, durante dos semanas, en un vehículo para que las personas se conecten con lo espiritual. En medio de la vorágine y de la contaminación sonora en la que vivimos, me parece importante que la gente tenga la posibilidad de darle un respiro a su cotidianidad, que vaya a escuchar un concierto en la iglesia de la Compañía, en el Teatro Sucre o en el Centro de Arte Contemporáneo y viva otras experiencias. 

Conciertos que siempre han sido de acceso libre. 

Sí, históricamente este festival siempre ha sido de acceso libre. Uno de sus objetivos centrales, desde las primeras ediciones, ha sido que la gente recorra la ciudad pero, sobre todo, el Centro Histórico, a través de la música. Para esta edición se han programado 26 conciertos en distintos espacios de Quito. Tranquilamente, una persona que esté en el centro puede ir a tres conciertos en tres iglesias diferentes, en un mismo día. 

El festival nació vinculado a la Semana Santa y a ciertos músicos como Bach o Händel, pero ahora tiene una diversidad de sonoridades. 

Lo que conocemos como música clásica occidental siempre ha estado inspirada por lo espiritual y por lo divino. La presencia de nuevas sonoridades no es algo que ocurra solo en este festival, sucede en todos los que se organizan alrededor del mundo. Es importante entender que la música siempre ha estado vinculada a los ritos de distintas religiones y culturas. No solo la religión católica está conectada con lo sacro. En el hinduismo, en el mundo musulmán o en el andino, lo sonoro también es vital.  

Sin embargo, muchos conciertos siguen celebrándose en iglesias. 

Esa es una ventana que se abrió en la primera etapa del festival. Pero lo interesante es que la gente ya no solo va a las iglesias a escuchar a Bach o a Händel sino también las nuevas propuestas musicales. Este año, dentro de la programación está Urkumanda, una banda que se creó con el propósito de investigar y reinterpretar la música tradicional de los Andes. Queremos que las iglesias ya no sean vistas solo como lugares para rituales católicos sino como espacios patrimoniales, que pueden convertirse en escenarios para otras experiencias sonoras. 

Música sacra del futuro

¿Por qué este año los conciertos del festival giran alrededor de la idea de libertad?

Desde hace algunos años, desde la Fundación Teatro Sucre, se manejan conceptos puntuales para dar un orden curatorial a los festivales. Para esta edición se escogió el concepto de libertad con el propósito de conectarlo con las experiencias de encierro que nos dejaron los años de pandemia y con la posibilidad de la exploración sonora. Eso se ve en grupos como Meridian Brothers, de Colombia, que estuvo en el concierto de inauguración; o en Pérgamo Ensamble, de España, que se presenta el próximo 1 de abril, en la Catedral Metropolitana de Quito. 

¿La exploración de la que habla también ha servido para conectar al público con su memoria sonora?

La música, en general, tiene la capacidad de conectarnos con varios tiempos. En este festival se escuchará música de occidente, que fue compuesta hace 400 años. Por otra parte, Meridian Brothers, por ejemplo, ha creado sonidos muy contemporáneos a partir de elementos electrónicos y de investigaciones que conectan a las personas con ritmos tradicionales de Colombia. Otro ejemplo es el trabajo que, desde hace décadas, realiza la Orquesta de Instrumentos Andinos. 

¿Cómo se imagina a la música sacra del futuro?

Me la imagino muy ligada a la experimentación. Los festivales de música sacra se han convertido en espacios donde se pueden hacer propuestas muy diversas y donde se juntan voces y artistas con bagajes y experiencias musicales totalmente distintas. No la veo cambiando mucho, pero sí profundizando en cuestiones trascendentales relacionadas con nuestra espiritualidad, porque lo sacro siempre será una manera distinta de conectarse con lo sonoro y, sobre todo, con lo divino. 

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