Antecedente. Después de la publicación de la entrevista a Romina Muñoz, exdirectora del Museo Nacional del Ecuador (MuNa), el Ministerio de Cultura solicitó a Mundo Diners conversar con Eduardo Bravo, subsecretario de Memoria Social. La decisión editorial de esta revista fue hacerle las mismas preguntas que a la exfuncionaria. En la entrevista que leerá a continuación, también aparecen un par de repreguntas sobre temas puntuales.

¿Por qué es importante que en un país, que en teoría, tiene otras prioridades se hable de la necesidad de que el Museo Nacional tenga una sede propia?
Más allá de un debate se trata de una necesidad primordial. Si bien es cierto que la cultura y el arte no pertenecen a la canasta básica familiar, sí son elementos que constituyen una mejora en la calidad de vida de las personas. Parte de esa mejora es que, efectivamente, se pueda encontrar una sede permanente para el Museo Nacional. Desde 2007, el Ministerio de Cultura y Patrimonio ha estado preocupado de que se pueda tener un inmueble; sin embargo, por problemas presupuestarios y de agenda no se ha logrado tener los recursos. Conozco del caso de otros países latinoamericanos, por ejemplo, el Museo Nacional de México, que obtuvieron el espacio para la sede de sus museos de manera inmediata, pero la adaptación tomó mucho tiempo y recursos.
¿Qué ha hecho falta para que el Museo Nacional tenga esta sede? ¿Es una realidad que ha pasado por lo técnico o por lo político?
Creo que tiene matices de ambos segmentos. Por un lado somos una institución joven, en relación con otros ministerios; y por otro, hay temas técnicos. Que el Museo Nacional esté en la Casa de la Cultura genera varias limitaciones, como por ejemplo tener una exposición permanente que, no necesariamente, refleja la identidad de todos los ecuatorianos y de las personas que transitan por el país. Muchas veces la mirada política no ha llegado a ser sensible sobre la generación de un espacio adecuado para el Museo. Para tener un lugar idóneo no solo hace falta tener estudios sino generar una planificación para que estos se concreten. Hay que tener en cuenta que, además, se trabaja con recursos públicos por eso hay una normativa que seguir para la asignación de presupuesto. A eso se suma el hecho de que la sede que se elija debe tener todas las condiciones técnicas porque lo que se espera es que sea permanente.
Si en un futuro el Museo Nacional llega a tener esta anhelada sede, ¿cómo se debería blindar este espacio para que no dependa del vaivén político?
Creo que es un poco complejo pensar en el blindaje de actividades en la administración pública, porque eso no está previsto constitucionalmente. Lo que sí hay que ver son las estrategias que involucran a los repositorios de memoria social de acuerdo con el Plan Nacional de Desarrollo. Esto no quiere decir, en absoluto, que una propuesta artística o expositiva vaya a ser censurada por parte de las autoridades del Ministerio.
¿La designación de los directores de estos espacios de memoria social tiene que ser a dedo o debe existir un concurso público?
Creo que las autoridades que han estado en los distintos espacios de memoria social y en otras entidades del Ministerio de Cultura se eligen de acuerdo con sus capacidades técnicas que la ministra identifique.
¿No sería mejor que esas autoridades se elijan a través de un concurso público?
Sí, puede ser. Sin embargo, es importante elevar un debate sobre cuáles tienen que ser las condiciones para ocupar estos cargos. Hay una deuda pendiente como sociedad, y tiene que ver con poder teorizar respecto de la administración para la cultura. Muchas veces, la parte técnica no tiene conciliación con la parte administrativa y eso ha generado que haya algunos vacíos o que muchas veces se pretenda utilizar estos espacios para hacer agenda propia y eso es super peligroso. Las personas que estamos en puestos de confianza nos debemos a la ciudadanía y a la agenda que se ponga desde cada Cartera de Estado.
¿Cree que la burocracia ha terminado asfixiando a la cultura y a sus espacios de memoria?
No creo que asfixiar sea el adjetivo adecuado. Creo que tenemos unos procesos superdinámicos. El IFCI (Instituto de Fomento a la Creatividad y la Innovación) cuenta con los Fondos Concursables que han permitido dinamizar, durante algunos años, la gestión de la cultura, del arte y del patrimonio. Es un poco perverso señalar con un adjetivo así de contundente a la burocracia respecto de la administración para la cultura. Los procesos burocráticos en el país son complejos pero necesarios porque; caso contrario, cómo rendimos cuentas a la ciudadanía sobre los recursos que hemos utilizado.
¿Pero no le parece más perverso que después de 16 años de existencia del Ministerio de Cultura el Museo Nacional no tenga una sede propia?
No creo que sea adecuado señalarlo con ese adjetivo. El Museo Nacional no ha tenido una sede propia en 16 años y podrían pasar otros 16 años, pero creo son las acciones administrativas que no han logrado concretar nada al respecto. No es suficiente con tener los elementos técnicos para la consecución de la sede. También hay que generar los procesos administrativos, y entre ellos está la postulación a un proyecto de inversión que permita atender esta necesidad. Confío en que la actual administración va a poder generar estos insumos, que estaban pendientes durante las administraciones anteriores.
Romina Muñoz, en el discurso que dio durante la inauguración de la muestra de Judith Gutiérrez, señaló que otras dependencias públicas deberían involucrarse, ¿cuáles son y qué papel deberían tener?
El Código Orgánico Administrativo establece las sinergias institucionales para que esto ocurra. No sé si cabe mencionar cuáles son las instituciones adecuadas, porque más allá de las instituciones está la gente. En su discurso, la exdirectora habló de la construcción del barrio a través del edificio del Hotel Hilton Colón, y lastimosamente, creo que es complicado hacer barrio con una construcción de concreto. La construcción de barrio y comunidad se hace con la gente. El Museo no tiene que ser solo un espacio donde se vaya a contemplar la propuesta curatorial o expositiva, sino un lugar donde pasemos de la galerización a un proceso dinámico y permanente, que involucre a la comunidad y se soporte en las instituciones que amparan a esta comunidad.
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¿Con qué presupuesto contó el Museo Nacional este año?
Alrededor de 1 800 000 dólares. Además de la Subsecretaría de Memoria Social está en la ejecución de dos proyectos de inversión de 3 600 000 dólares para algunos repositorios de memoria social, entre ellos el Museo Nacional, que se benefició de nuevo mobiliario, de renovación de tecnología para las áreas de conservación y restauración y equipamientos de laboratorios de acuerdo con las capacidades. Adicionalmente, estamos realizando la reparación de la cubierta, que tuvo una falta de impermeabilización durante mucho tiempo.
¿Por qué espacios culturales como los museos, las bibliotecas o los archivos no se han convertido en espacios de apropiación ciudadana? ¿Es algo que solo pasa en el país?
No, de hecho, el Museo del Oro en Colombia tiene el mismo conflicto. Como le decía, la apropiación de los espacios de memoria social se hace con la gente. Y creo que esa es la dinámica que se busca lograr con la renovación de la Dirección del Museo Nacional; que las personas convivan con los museos, las bibliotecas y los archivos.
¿Antes de la posesión de la nueva Dirección no pasaba eso?
No sé si pasaba explícitamente, pero es evidente que hay una deuda al respecto. Creo que hay un mecanismo para poder activar eso y que las anteriores administraciones del Museo Nacional estaban ocupadas en la construcción de otros espacios, como las reservas, la generación de la institucionalidad respecto del museo, ver la articulación con la academia. La nueva directora, Erika Ullauri, viene de la gestión con municipios, lo que le permite tener articulaciones a nivel nacional.