Acantilado, España, 2018
Originalmente publicada en francés en 1986, ahora que Napoleón una vez más está de moda, la editorial española Acantilado reedita esta genial novela breve en la traducción de José Ramón Monreal que, debido a la naturalidad del tono, inspira en los lectores pura y dura admiración.
Debemos imaginar que Napoleón no murió en la isla de Santa Elena, sino que fue el protagonista más o menos pasivo de un extraordinario complot destinado a hacerlo huir, mientras un sosias se quedaba como su sustituto. Como el fugitivo embarcado anónimamente en un bergantín rumbo a Europa “guardaba un vago parecido con el Emperador, los marineros le habían apodado Napoleón.
Por eso, por exigencias del relato, no le llamaremos de otro modo. Y, por otra parte, era “Napoleón” dicen las primeras líneas, y con esa ambigüedad arrancamos. Con un Napoleón inútil para las labores de a bordo, que recuerda constantemente su pasado glorioso.
Quien fuera nombrado como “El Hombre” por las testas coronadas de toda Europa, llega finalmente como extranjero al continente y produce “conmoción considerable entre algunas gallinas que dormitaban sobre la carretera”.

El humor es la poderosa marca de estas páginas en las que, a través de un narrador en tercera persona, contemplamos a este degradado héroe de piernas flacas, enormes ojos y manos de aristócrata que termina como un astuto negociante de frutas en París.
Este texto muy premiado pertenece a un novelista no profesional, Simon Leys, pseudónimo del belga Pierre Ryckmans, experto sinólogo que fue el primero en denunciar los horrores de la Revolución cultural china y se convirtió aquí en un piadoso y sarcástico cronista del poder.
(Cecilia Velasco)