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La muerte de Sucre en Berruecos

La muerte del mariscal Antonio José de Sucre (1795-1830) pesa en la historia no solo como un hecho que cambió el liderazgo de la fundación de la República, sino por las implicaciones en la trayectoria de sus actores. Obando, el principal acusado, fue el caudillo más popular de Nueva Granada en su tiempo. 

Con la sangre de Sucre en sus manos, Juan José Flores, otro sospechoso del crimen, fue nombrado tres veces presidente. Su participación en el crimen fue usada como arma política por sus adversarios liberales.

La Muerte de Sucre en Berruecos (1895) obra del pintor venezolano Arturo Michelena. Foto: Dominio público.

Los culpables

El general Juan José Flores, principal actor de la separación del Distrito Sur de Colombia, era el más interesado en la desaparición de Antonio José de Sucre. Sin embargo, no hay sino indicios que lo incriminen.

Si Sucre vivía, habría luchado por mantener a Colombia unida, habría sido el primer presidente del Ecuador. Hay testimonios que dicen que el general propuso el asesinato de Sucre, pero que no fue aceptado. 

El coronel venezolano Apolinar Morillo sí aceptó. Flores salió de Quito hacia Guayaquil poco antes del crimen y se afirma que anunció en esa ciudad el asesinato antes de que ocurriera.

El general José María Obando. Desde el inicio de las investigaciones, se habló de la conspiración de los jacobinos de Colombia, cuyo brazo ejecutor fue Obando. 

El periódico Demócrata en Bogotá, enemigo de Sucre y Bolívar, dijo: “Puede ser que Obando haga con Sucre lo que no hicimos con Bolívar”. 

Caudillo de Nueva Granada, cargó toda su vida con la acusación del asesinato. Sus propios escritos lo comprometían. 

Fue juzgado por el delito en 1840, pero fugó. El coronel venezolano Apolinar Morillo declararía que recibió el encargo de asesinar a Sucre, en acuerdo con Obando. Se encomendó la tarea a José Erazo, un hombre con antecedentes criminales conocidos.

Al parecer el trato entre Flores y Obando se centraba en la posesión de Pasto, ciudad disputada por Nueva Granada y Ecuador. Quizá Obando trataba de cumplir un secreto arreglo con Flores, a quien hizo el favor de matar a Sucre. Entonces Flores cedía Pasto, a cambio de quedarse en el poder, con el mariscal muerto.

Busto de bronce del General Antonio José de Sucre en el parque central de la Parroquia San José de Minas, Pichincha. Foto: Shutterstock.

El asesinato de Sucre

José Erazo con tres peones licenciados del ejército: Andrés Rodríguez, Juan Cuzco y Juan Gregoria Rodríguez, lo ejecutaron bajo la dirección de Apolinar Morillo. Morillo fue aprehendido, enjuiciado y declarado culpable. 

Murió fusilado en la Plaza Mayor de Bogotá, en 1842. Ese mismo día circuló una hoja volante en la que confesaba el crimen, comandado por Obando. Erazo cayó preso en 1839, murió en prisión en 1842. Los tres peones murieron repentinamente. No cabe duda de que se buscaba silenciarlos.

Mariana Carcelén y Larrea, marquesa de Solanda, viuda de Sucre. Ella hizo traer el cuerpo a Quito desde Berruecos y lo conservó por un tiempo en la capilla de la hacienda El Deán. Lo trasladó secretamente al monasterio de El Carmen Moderno de Quito. 

En 1900 y luego de comprobaciones, en acto solemne presidido por el presidente Eloy Alfaro y el entonces obispo de Ibarra Federico González Suárez, fueron trasladados los restos de Sucre a la Catedral Metropolitana, donde reposan curiosamente cerca de los restos de Juan José Flores.

Texto basado en el artículo ‘La sangre de Abel, el asesinato del Mariscal Sucre’, de Enrique Ayala Mora de su libro ‘El Poder y la Muerte’.

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