Penguin Random House, Bogotá, 2018
Si bien Centroamérica rezuma violencia, esta novela queda corta frente a una realidad que la sobrepasa. Horacio Castellanos Moya logra mantenerla latente en sus dos protagonistas que —en primera persona— cuentan su historia.
Aun cuando ambos son salvadoreños que han escapado de su país por similares razones, habitan ahora en el mismo pequeño pueblo del norte de Estados Unidos y trabajan en la misma universidad, nunca se han conocido. En común tienen la paranoia, el desarraigo, ciertas obsesiones sexuales (el título alude tanto a morcilla como a pene) y una permanente vulnerabilidad.
En una sociedad hiper vigilada, todo conduce a un extrañamiento de estos latinoamericanos, que ven al puritanismo local de lejos y con ironía.
El primer personaje, Zeledón, un exguerrillero con nueva identidad, vive ahora derrotado, con la indiferencia propia de quien quiere pasar desapercibido y a quien la memoria lo acecha como un inevitable fantasma. El segundo, Aragón, un profesor invitado en la universidad local, guarda la esperanza del retorno, aunque su memoria sea una molestia, salvo en su afán de reivindicar al poeta Roque Dalton.

Con frases largas, apenas aligeradas por comas, el autor logra cautivar al lector a lo largo de una trama marcada por la justa mezcla de cotidianidad y sobresalto, de erotismo e intriga. Adolece de una escasa diferenciación del discurso de cada personaje, falla que se resuelve con una narrativa envolvente y de buena factura.
El salvadoreño Castellanos Moya logra en esta, su décimo segunda novela, profundizar en las emociones de seres que viven el exilio con la dureza de la ilegitimidad y la nostalgia de una memoria que persiste y corroe.
(Renato Ortega Luère)