
Cactus Pink, Quito, 2018
Cris es un personaje que mueve los fluidos más variados; sangre, lágrimas, saliva, linfa, entran en calor al vivir con él/ella cada amorío, cada exceso o disolución. Decir él/ella no es hablar de una persona travestida. Es que a veces es él y a veces es ella, al igual que otros personajes que de repente son hombre o mujer, mujer u hombre.
Y cada personalidad acentúa la vida y milagros de los/las protagonistas, sus delirios y sus momentos apacibles, sus ambigüedades y sus pasiones, esos cuerpos sudorosos y mutantes que sobrepasan la lógica de una ciudad velada por una acendrada moralidad.
La historia de Cris corre desde una niñez de magia, soledad y pérdidas. Niña de tristezas y amores que, al crecer, se distorsionan formando un entramado con el que no pocos lectores se sentirán identificados.
Rodeada de misterio y erotismo, la novela ‘Moradas provisionales‘ cuenta un Quito atravesado por bandadas de gaviotas pues el mar está al sur de la urbe. Esto le da un aire surreal: imaginar el oleaje cercano deja un sabor de sal en cada situación y en los ires y venires de ellos/ellas.
Las formas sólidas encierran almas que a ratos quieren disolverse en el infinito espanto del alcohol; la vida de Cris pasa de la dulzura a la violencia, del placer al sufrimiento, de la pérdida a la recuperación de su cuerpo paralizado por las desproporciones y las carencias.
Quienes la rodean, a veces la aman, otras le odian y quieren arreglar su existencia sin importar lo que ella desea, sueña o aspira. Tal vez solo la muerte. Para redimirse, para alejarse de la inútil búsqueda de paz que altera su corazón invadido por el odio, los celos y la crueldad.
(Jennie Carrasco)