NOTA DE LIBRE ACCESO

‘El mitómano’, de Adolfo Macías Huerta

Planeta, Bogotá, 2018

“Solo te advierto una cosa, Armando, si no cambias, vamos a tener problemas”, amenaza la esposa, harta de sus mentiras. Él, que siempre se ha sostenido en la fantasía de una vida inventada, promete cambiar.

Pero sus momentos se vuelven insulsos, se convierten en pedazos de una realidad pobre y aburrida para Armando, un vendedor de motos que con el aditivo de sus mentiras es un gran comerciante y se siente poderoso, pero cuando deja de adornar las ventas todo deja de tener sentido.

Macías nos permite recorrer la ciudad que vemos todos los días y, a la vez, es invisible de tan vista. En la novela, todos somos personajes, gentes de a pie reflexionando sobre el capitalismo y sus manifestaciones, sobre el amor y sus carencias, sobre la historia y la política, sobre las apariencias familiares y la competencia en esta sociedad que obliga a los personajes a colocarse máscaras para sobrevivir o ser felices.

La voz del terapeuta que Macías es, surge —atinada, por cierto— en las reflexiones del personaje, empequeñecido por su esposa que lo ve como a un enfermo, heredero de un padre pobre de espíritu y aspiraciones. Aparece también en la doble vida de la esposa, movida por exigencias enfermizas de su ser oculto y necesitado. La terapia la necesita el hombre, no ella que es la madre que domina y decide.

mitomano adolfo huertas


En la novela se intercalan cartas a personajes que amplían la historia de Armando y dejan conocer sus relaciones, sus sentimientos, su profunda ansiedad por ser reconocidos, por reconocerse a sí mismo. Y hallamos descripciones de sitios tenebrosos y a la vez llenos de poder, de luz, la misma que habita a Armando cuando se reconoce y se acepta.

(Jennie Carrasco)

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