Los Rolling Stones empezaron a tocar en 1959 y quizás sean todavía la banda de rock and roll más famosa y escuchada del planeta. Este 2023 han anunciado una nueva gira para celebrar seis décadas de música. Y el cantante, el que sigue enfrentando al público nada más que con un micrófono en la mano, es Mick Jagger.
La famosa boca, los sedosos ojos claros, las arrugas millonarias. Mick Jagger tiene la arrogancia de una pantera: todavía salta sobre el escenario como si hubiera estado a la sombra demasiado tiempo. A los 79 años, en medio de los portazos de sus últimos amores, el jefe y cerebro de los Rolling Stones conserva toda la desapacible e hipnótica seducción de los grandes felinos del rock. En su momento, Jagger inventó la juventud, ahora nos está enseñando cómo ser viejos.

Desde su ruidoso estreno en un pub cualquiera de Londres, gritando y apretando el micrófono entre las piernas, Mick Jagger tuvo toda la facha de un rockero antisocial. 500 millones de dólares después, sigue siendo considerado uno de los hombres con mayor sex appeal del planeta. Ha tenido escapadas con la princesa Margarita, Cindy Crawdford, Carla Bruni y Uma Thurman, entre muchas otras.
A Bianca Pérez le había dado un módico ultimátum de 100 mil dólares cuando se enrolló con la modelo tejana Jerry Hall. Bianca (después para siempre Jagger) tuvo la elegancia de no estar: dejó las pasarelas, se hizo izquierdista y volvió a Nicaragua.
Desde hace ocho años, Jagger mantiene una relación con Melanie Hamrick, coreógrafa y bailarnina norteamericna, 43 años menor a él y madre de su último hijo, un pequeño de 6 años. Se supone que es la boca: la colosal, imperdonable boca siempre riéndose o tirando besos, o cantando-musitando: “Llevo aquí muchos años/ he robado la fe y el alma de muchos hombres”. O también “Sacúdeme/ levántame / estoy listo, baby”.
Sex, drugs and Rolling Stones
A su lado, los Beatles resultaban casi inofensivos. Keith Richards, el álter ego flaquísimo y drogo de Jagger, se encargó del papel de malo; pero Mick distribuía caóticamente su música y su sensualidad (disimulando bien su capacidad para las finanzas y el título que recibió en la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres). Y, un detalle no menor, Andy Warhol dibujó una boca roja -la boca de Jagger- con la lengua afuera que sería el apetitoso símbolo de los Stones.
Cuando grabaron los clásicos Ruby Tuesday, Honky Tonk Woman y Come on, “estábamos en contra del mundo entero”, confiesa el guitarrista Richards. En mayo del ‘64 sacaban a la calle cien mil copias de Satisfaction, para muchos, el mejor disco de rock de todos los tiempos. Con el pelo largo y los jeans rotos, atemorizaban y seducían a los productores y al público. La primera vez que viajaron a los Estados Unidos, un diputado inglés advirtió: “Nuestras relaciones con Norteamérica se van a deteriorar”. Pero no. La delgada figura de Mick vestido de lentejuelas resultaba, según la prensa, “brutalmente excitante”. Ondulando rápidamente bajo la luz de neón, “Labios de Fuego” Jagger era el súmum de la perdición.
Su relación con los medios resultaba productiva, pero desastrosa: en una ocasión, los Stones lanzaron a los periodistas tortas de crema en la cabeza. Lo suyo no era fácil, confesó Mick: “Tienes que cambiarlo todo, cambiar de aspecto, cambiar de sexo, cambiar de mujer, a causa de los negocios”.
En 1967 fueron condenados a prisión por consumo de drogas. El castigo fue conmutado a un año de libertad condicional. “Es sólo rock and roll”, cantaban. Pero, en 1969 murió el brillante guitarrista y fundador del grupo, Brian Jones, una semana después de romper con la banda. Tenía 27 años y apareció flotando en la piscina de su granja de Sussex, en circunstancias tan confusas que ni Scotland Yard pudo asegurar si fue accidente, suicidio o crimen. “Yo no estaba ahí”, afirma Jagger. La leyenda maldita estaba servida.
Hay quienes aseguran que Brian todavía estaría vivo de no ser por una belleza nórdica, Anita Pallemberg, que primero lo sedujo y luego lo cambió por Keith Richards. El hecho es que estaba frío en el agua con una dosis de droga dura en las venas. Dos días después, el grupo dio un concierto gratuito en el Hyde Park de Londres, y Jagger liberó 3.500 mariposas en su honor.
A fines de 1973, el mejor amigo de Mick Jagger era David Bowie, su extravagante vecino en el barrio de Chelsea. Entre ellos abundaban las historias de “riffs” o de melodías ajenasplagiadas o simplemente robadas. Jagger ha dicho: “Nunca uses un par de zapatos nuevos delante de David”.
Una ex mujer de Bowie, la modelo retirada Angela Barnett, escribió un libro sobre el Duque Blanco, donde cuenta: “Un día volví de Nueva York a Londres, entré a la casa y fui a la cocina, donde me dijeron que creían que David y Mick estaban durmiendo en nuestra cama. Aunque no puedo asegurarlo, cuando entré sentí la absoluta certeza de que habían tenido relaciones sexuales. Por el tiempo que pasaban juntos y la manera casi religiosa que tenía David de acostarse con todos (hombres y mujeres) quienes lo rodeaban”. Lo más bochornoso de aquellos años de escándalo fue la redada de narcóticos en una de las casas de Keith Richards, donde se encontró a Mariane Faithfull, novia de Jagger, “vestida solamente con una alfombra persa y una barra de chocolate en un lugar poco habitual de su anatomía”.
Fue un período complicado. A partir de Jones las piscinas eran un fantasma. Luego de comprar una casa en Los Ángeles, David Bowie aseguró que Satán vivía allí y que una noche lo vio saliendo del agua. Decidió hacer un exorcismo, y Angela jura que durante la ceremonia, el agua de la piscina comenzó a hervir.
Mick Jagger: ¿normal?
En el centro del caos de la vida de Jagger, apareció la sofisticada modelo nicaragüense Bianca Pérez Morena de Macías. En mayo de 1971 se casaron en Saint Tropez, en el sur de Francia. Fue la boda más chic de la “generación de las flores” y la novia se casó con blusa transparente.
Para confirmar el clima de cordura que vivían, Keith Richards dijo: “Nos hemos vuelto personas decentes. Cuando lo has probado todo, cuando lo has combatido todo, ves por fin que lo único que cuenta es el trabajo. Mick y yo finalmente nos hemos vuelto normales. Se acabaron las drogas y los excesos que nos estaban matando”.
Porque primero fueron un dardo disparado al corazón de las buenas costumbres: “¿Dejaría que su hija se casara con un Rolling Stone?” Después se entregaron a la pasión del bridge y el polo en castillos reciclados de la campiña inglesa. Ahora siguen grabando y de vez en cuando salen a aspirar el aroma de marca de sus multitudes. Viajan con equipos de última generación, siempre lo mejor disponible para agrandar la experiencia, y se calcula que cada gira puede producir 300 millones de dólares.
No faltan los que se preguntan si es justo que unos señores de ya casi 80 años estén todavía saltando y cantando cosas como Sister Morphina sobre los escenarios. A Jagger le han dicho de todo: veterano, abuelo del rock, dinosaurio, caradura, pieza de museo, residuo del rock.
Se cuenta que vive semi-encerrado en un castillo de 300 años de antigüedad, cerca de Londres, con cabezas de alces embalsamados y fotos suyas con el príncipe Carlos. Y todavía hay gente que asegura que se cambia cinco o seis litros de sangre todos los años. Que se inyecta líquido joven para seguir saltando.
La verdad es que los niños terribles de ayer son ahora rostros frecuentes de la revista Tatler, un artefacto de papel satinado que se especializa en rallies mundanos, partidas de caza y el estilo de decoración de la clase alta. Jagger tiene sus consejeros, sus cortesanos, sus guardaespaldas. Naturalmente, esta transformación es observada con terror por los cronistas sociales.
Los Rolling Stones se ha convertido en parte de la realeza, desde hace un par de años que no sacan discos nuevos, pero sus conciertos, de distintas giras, aparecen por toneladas en Soptify, y así, por toneladas, son escuchados. Quizá lo que verdaderamente importa es escuchar, y luego sentir, cómo suena el rock cuando está vivo.