Lumen, Barcelona, 2017
En 1888 el joven Paul Cravath, abogado de George Westinghouse, acude a una cita con Thomas Alba Edison, alias El Mago de Manlo Park. Edison es un mito. Se dice que produce milagros: rayos y centellas en una botella de cristal. Voces en un cable de cobre.
El mundo está alumbrado aún por lámparas de gas, pero Nueva York ha cruzado una línea: la electricidad. “La electricidad es una fuerza. Domar la corriente eléctrica sería como dirigir la gravedad. Como viajar en el tiempo”.
La isla comienza a iluminarse, y Edison llega a creer que el ser humano nunca más dormirá porque con luz de día y de noche ya no será necesario. En esa oficina de la Quinta Avenida, Cravath comprueba que Edison puede apagar y encender la luz de la Estatua de la Libertad con un botón de su escritorio.
La demostración es un recado para Westinghouse. El brillante pero tramposo Edison ha interpuesto 312 demandas contra Westinghouse y comienza lo peor de “la guerra de la corriente”. Que es una guerra legal e ilegal por las patentes de los nuevos inventos eléctricos.

Nikola Tesla, un inventor más loco que los dos anteriores, un serbio muy querido, que habla con una sintaxis de telegrama, aparece también en el reparto. Ese trío genial, más Cravath y Agnes Huntington, una seductora cantante de ópera, son personajes reales, pero esta también es la historia de unos idealistas que llegaron a aceptar la mentira y el doble juego como método.
Graham Moore es el guionista de El Código Enigma, película con la que obtuvo un Óscar en 2015, y La luz de la noche fue escogida como Mejor Novela del Año por el Washington Post. Es una lectura adictiva, de una efectividad relámpago. Para escapar sin culpa del presente.
(Mili Rodríguez)
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