La torta de camote se elabora a base de camote morado, su masa tiene una textura suave, un poco dulce, de color lila, con un delicado aroma por la mezcla de camote, vainilla y canela.

La torta de camote se prepara en toda la provincia de Santa Elena, es parte de la comida que se elabora para la mesa mayor de la celebración del Día de los Difuntos, “la consumen especialmente las personas adultas, a los jóvenes no les gusta tanto”, dicen María del Rosario Murillo y Berta Mora. También se consume en la provincia de Manabí y en Pichincha.

De acuerdo con el registro del Patrimonio Alimentario realizado por el Ministerio de Cultura (MCPE), el camote se cultiva en valles calientes subtropicales, templados interandinos de casi todo el país.

En la Amazonía ecuatoriana, las nacionalidades indígenas cultivan camote en sus huertas familiares y le dan diferentes nombres, según la nacionalidad, por ejemplo: los achuar le dicen inchi; los andoa, kila, y los cofán, konst.

En la nacionalidad Shuar, se tiene la creencia de que las abuelitas cantaban en la mitad de los sembríos de camote para implorar a la naturaleza que los cultivos no sean castigados. Actualmente también lo hacen para que la producción sea buena y se pueda vender en las diferentes ferias (Goretti, Aguinda & Cañiras, entrevista, 2016).

¿Qué es el camote?

El camote es una planta pequeña, enredadera o bejuco (De la Torre et al., 2008, p. 293), su parte útil es la raíz tuberosa.

Tiene diversos tamaños y su cáscara puede ser de color morado, café o amarillo de diversas tonalidades; la pulpa también varía entre amarilla, blanca, anaranjada o morada, de sabor más o menos dulce y de textura entre arenosa y fibrosa al cocinarse, dependiendo de la variedad. Con el camote se pueden elaborar además sopas, se lo sirve frito y se preparan tortillas.

También es uno de los ingredientes principales de las diferentes variedades de viches, como de pescado, camarón o jaiba. En la Amazonia, se usa para endulzar la chicha de yuca.

Eduardo Estrella (1990) indica que el camote es una planta nativa de América tropical. Según el MCPE, el camote ha estado desde hace décadas en el centro de la controversia sobre si hubo o no contactos precolombinos entre la Polinesia y la zona andina. Su nombre ancestral “kumal”, que se ha reportado por ejemplo entre los antiguos cañaris; es sospechosamente similar al “kumara”, nombre con el que se conoce en las islas del Pacífico.

Una corriente que va ganando aceptación sostiene que el camote llegó a las islas del Pacífico alrededor del año 700, de la mano de navegantes polinesios que lo trajeron de la zona andina (Bassett et al, 2004).

De acuerdo con las investigaciones arqueológicas, hay evidencias de su uso en sitios de la cultura Valdivia, hace 5.500 años.

Camote
Torta de camote. Foto: Orígenes Ecuador/Diners

Estrella (1990) relata que, según las diversas crónicas de Diego Trujillo, al pasar los ríos de los Coximies encontraron muchos camotes. Cieza del León menciona que en Portoviejo producían ajes o batatas; Lizarraga señala también que durante la segunda mitad del siglo XVI los indios de Manta vendían este producto a los barcos que llegaban al puerto.

Asimismo, se indica que los camotes “asados servían de fruta o legumbres” y que “cocidas tienen sabor de castañas asadas y pueden ser consumidas como plato de sal o de dulce” pues “se hacen de ellas regalados potajes, fruta de sartén y conserva”. El camote se consumía en abundancia en tiempos coloniales y republicanos, siendo uno de los alimentos principales de la población.

Uso del camote en Santa Elena


En la provincia de Santa Elena, para la conmemoración del Día de los Difuntos, las familias elaboran la comida preferida de los muertos, preparan bollos, tortillas de maíz, moros, ceviche, pescado, chicha, fruta y torta de camote.

Además, se acompaña el ritual con la música y los objetos preferidos del ser querido, como peines, fotos, ropa, entre otros.

El rito consiste en rezar en memoria del difunto, luego se sirven los alimentos en la intimidad familiar, se cubren con toldos las mesas y se evita estar presentes cuando los muertos los visitan y se sirve la comida. Se dan cuenta de que los pasaron por allí cuando los alimentos “se secan, se chupan o aminoran”.

El resto se convida entre los vecinos, amigos y visitantes que hayan llegado hasta la casa rezando este verso: “Ángeles somos, del cielo venimos, pan pedimos, si no nos dan pan, ni mas venimos” (María del Rosario Murillo y Berta Mora, Anconcito-Santa Elena, 2017).

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