La cinta irlandesa Los espíritus de la isla (The Banshees of Inisherin) debutó el año pasado en el Festival de Venecia, donde se llevó los premios a mejor guión y mejor actor, pero el verdadero premio es verla.
La vi ayer y hoy me levanté militante, entregado a la causa, fan.
‘Los espíritus de la isla’, de pasaporte irlandés y trama pueblerina, emociona bastante más y mejor de lo que uno podría intuir por el afiche: dos hombres frente al mar (el agua debe estar helada), de espaldas a cámara, uno mira al otro y entre los dos aparece, acostado, un perro.
La cinta debutó el año pasado en el Festival de Cine de Venecia, y se llevó dos premios, la Copa Volpi al mejor actor (Colin Farrell) y la Osella de Oro al mejor guión (para el también director Martin McDonagh).
En un mundo fragmentado, es cada vez más cierto que los premios no significan nada, que eres tú quien decide, quien arma y practica su propio canon cinéfilo, pero en este caso capto que en Venecia se hizo justicia y se impulsó a una de las mejores películas de la década.
Como se puede decir de casi todo lo bueno, dentro y fuera del cine, esto es algo sencillo.
La cinta parte cuando uno de los hombres del afiche va a buscar al otro, la jornada ha terminado y es hora de tomar pintas de cerveza negra y espuma café en el pub.
Estamos en una isla de la costa irlandesa, entre los años 1922 y 1923, hay guerra civil pero lo que se siente en este pueblo es que no pasa mucho. De hecho, parecería que en la cinta tampoco pasará demasiado, y lo que ocurre cuando el mayor de los hombres decide terminar la relación de amistad rebasa y rebosa cualquier pronóstico.
Te podría interesar: ‘Por Magda’, cortometraje ecuatoriano sobre el aborto fue premiado en Málaga
Como bien sabemos: el drama y la comedia son pareja.
Como bien dicen: cuenta la historia de tu aldea y contarás la historia del mundo.
En ‘Los espíritus de la isla’ queda claro que sí, el mundo es más grande que tu lugar de origen, pero quizás ese lugar sea el único en el que puedas ser protagonista, y tienes que comportarte como tal: llevar las palabras y los actos al borde.
Supongo que caben dos advertencias: se siente más larga de lo que es y la mayoría de acciones son más bien diálogos, así que el espectáculo es ver a gente conversando y ver cómo esas conversaciones toman la forma de una criatura que se ríe de camino a la locura.
La verdad, yo creo que son ventajas: desconectar y pasar tiempo en una historia que no es la tuya se está convirtiendo en un lujo difícil de conseguir y para muchos, muchísimos, difícil incluso de disfrutar.
Supongo, también, que vale decir lo siguiente: parece teatro, es tan grande la obligación del reparto que cada palabra y cada gesto son de vida o muerte. Si fuera profesor de actuación, o de guión, armaría el pensum de un semestre entero mostrando ‘Los espíritus de la isla’ a los alumnos, primero entera, luego disecada, escena por escena, línea por línea.
La lección, o la moraleja, sería trabajar hasta que en la escritura no queden rastros de grasa, sino pura fibra.