En ‘Good Luck to You, Leo Grande’, estreno reciente en Netflix, Emma Thompson interpreta a una profesora jubilada que contrata los servicios de un trabajador sexual. Ambos personajes se embarcan entonces en un encuentro que trasciende toda intimidad.
Hay algo/mucho de placer en contemplar a una estrella consagrada en una película menor, pequeña, de las que se estrenan sin mayores escándalos ni laureles.
¿Serían todos los filmes mejores sin que medien festivales y críticos? No todos, pero vaya que hace falta en esta vida permitirse ligerezas y gozar con ellas.
Tanto de ese placer, como de todos los placeres, viene de lo inesperado: lo que uno pensaba que no iba a sentir hasta que llegó ese temblor interno que luego se hace piel templada.
En la cinta, que sucede enteramente en interiores y justo por eso se presta para apreciaciones y penetraciones varias, Thompson es una profesora jubilada que contrata a un trabajador sexual.
Se encuentran en un hotel moderno, de muebles simétricos y ambiente estéril, y lo primero que pasa es una conversación larga en la que ella deja claros sus antecedentes: estuvo casada mil años pero jamás tuvo un orgasmo; siente que su hijo, siendo francos, le aburre; y envidia a su hija por tener la que parece una vida más emocionante.
En ese punto, parecería que la película será una suerte de obra de teatro para cine (o para Netflix, que aunque parezca no es lo mismo), sostenida en diálogos y apoyada casi por completo en sus protagonistas; mucho futuro a la vista para el joven y todavía debutante Daryl McCormack, conocido por la serie ‘Peaky Blinders’.
Pero, por suerte para nosotros, la cinta crece desde sus mismas raíces, se atreve a ser personal y divertida, y pasa de lo más o menos erótico a lo frontal y puramente sexual.
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Placer y menopausia
Las conversaciones entre personajes, ricas en contenido y escritas para la velocidad del ping-pong, tienen un defecto o más bien una peligrosa tendencia: suelen conducir al campo de las emociones que no emocionan.
En ese juego, y en ese riesgo, cae ‘Good Luck to You, Leo Grande’, pero remonta haciendo uso de un truco muy de los tiempos que corren: se muestra vulnerable, deja que sus personajes se vuelvan transparentes y que se impongan las historias personales.
Ahí está, además de la esposa/viuda infeliz o mejor dicho insatisfecha, el chico joven que se sabe objeto y que -oh sorpresa- viene cargando en su mochila un trauma maternal.
Entonces sí, en algún momento estamos dentro de esa fórmula de ‘pobrecita yo y pobrecito tú’, pero Emma Thompson se echa la historia al hombro y termina poniendo el cuerpo, con lo que quiero decir que su objetivo sigue siendo el placer porque nada que valga la pena entender puede entenderse con la cabeza.
Los planos esperados llegan hacia el final, cuando ya todo está dicho y lo que nos queda por ver es el enredo físico.
‘Dales un buen final y estarán contentos’, aconsejan en Hollywood, y no se equivocan.
Aquí vinimos a sacarnos la ropa y Emma Thompson lo logra como los más grandes: su personaje acaba afrontando su cuerpo entero y desnudo en el espejo, los senos grandes y caídos, el ombligo haciendo mueca de tristeza, carnes que se confunden entre sí.
Y se reconoce. Y se acepta. Y se quiere. Y uno ve en sus ojos y en sus labios que el cuerpo (como ella dice sobre Inglaterra) era un país represor al que había que liberar hoy y habrá que liberar mañana.