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La Scala de Milán, insignia de la ópera mundial

Tras la destrucción del Teatro Regio Ducal durante un incendio en 1776 y a instancias de la emperatriz María Teresa de Austria, se erigió un nuevo escenario en el terreno que ocupaba la iglesia de Santa María alla Scala; de ahí proviene el nombre de la joya escénica de la música lírica italiana.

El arquitecto Giuseppe Piermarini estuvo al frente de la construcción y el 3 de agosto de 1778 el nuevo teatro abrió las puertas con la ópera L’Europa riconosciuta de Antonio Salieri y libreto de Mattia Verazi. 

En la primera mitad del siglo XIX, Rossini, Bellini y Donizetti engrandecieron la sala operística, cuya historia tampoco sería deslumbrante sin Verdi. Su primera ópera, Oberto, Conde de San Bonifacio, se estrenó en 1839 y no tuvo mayor repercusión, pero el coro Va pensiero de Nabucco, en 1842, colmó de patriotismo a Milán y le dio al maestro un triunfo decisivo.

Otro de los grandes nombres es el de Giacomo Puccini, quien escribió para la Scala EdgarMadama Butterfly Turandot.

A partir de 1920, con la dirección artística de Arturo Toscanini, el teatro emprendió una reforma radical que, sin desprenderse del legado musical de Verdi, incorporó obras de Wagner y enriqueció el repertorio teatral y sinfónico de la orquesta.

Fotos: Shutterstock

Las mejores batutas y voces han hecho de la Scala un templo lírico: Alberto Mazzuccato, Franco Faccio, Victor de Sabata, Luchino Visconti, Franco Zeffirelli, Herbert von Karajan, Leonard Bernstein, Riccardo Muti, Daniel Barenboim, María Callas, Renata Tebaldi, Leyla Gencer, Renata Scotto, Luciano Pavarotti y Plácido Domingo.

Desde 1951 cada temporada lírica en el escenario, con capacidad para 2.015 personas, se inaugura el 7 de diciembre, día de San Ambrosio, patrón de Milán. La edificación de estilo neoclásico fue sometida en dos ocasiones a restauraciones sustanciales. Una, debido a los estragos de bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial que obligaron a una reconstrucción de tres años que terminó en mayo de 1946. La otra, más modernizadora, entre enero de 2002 y diciembre de 2004.

Además de la excelencia artística de su coro y compañía de ballet, el teatro se precia del peculiar estilo de la orquesta, cuya ejecución uniforme y versátil otorga al lenguaje sinfónico un sonido especial.

El museo del teatro tiene una extraordinaria colección de pinturas, estatuas y documentación relacionada con la ópera.

La Scala: un teatro muy especial

Como era costumbre en el siglo XVIII, los nobles adquirían los palcos y los amueblaban y decoraban a su gusto.

En 1883, fue el primer edificio con luz eléctrica en Milán. El teatro comparte protagonismo con la Piazza della Scala que data de 1858.

Toscanini fue un gran innovador en aspectos musicales y estructurales: la creación de un foso de orquesta, luces tenues en el auditorio y la prohibición de bises.

Verdi tuvo un estrecho vínculo con la Scala, pero no estrenó allí todas sus obras por temor a que la orquesta modificara su música. 

Se dice que no hay crítica más cruel que la del “loggione”, la galería más temida porque su público no tiene compasión y los abucheos han llegado a artistas de la talla de Monserrat Caballé y María Callas.

En los talleres Ansaldo surge la magia. Más de 150 trabajadores, entre carpinteros, herreros, escultores, escenógrafos, modistas y diseñadores crean el montaje escénico a partir de un simple boceto. Las instalaciones albergan más de 60 mil vestidos.

Puede encontrar la agenda de actividades del teatro Scala de Milán en su página web oficial.

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