Esta película se estrenó originalmente en 2017. ‘La muerte de Stalin’ tuvo una vida más bien corta en salas, donde pasó como una especie de extravagancia.
Quiero decir que en su momento ‘La muerte de Stalin’ no logró distribución mundial, pero vaya que se ha hecho ver y notar entre quienes están pescando joyas en los servicios de streaming.
Está escrita en clave de comedia negra, de esas que entre el absurdo y la realidad siempre escogen lo primero.

Moscú, 1953
Luego de casi treinta años dirigiendo los destinos de la Unión Soviética, el dictador Joseph Stalin enferma y muere rápidamente.
Así las cosas, los miembros del Consejo de Ministros pelean entre sí por quién asumirá el poder y la posición del líder caído.
La cinta, entonces, sucede entre conversaciones de gabinete, entre reuniones del alto mando en las que la cúpula máxima hace el máximo de los ridículos.
Todo esto entre los funerales para un generalísimo, una serie de rituales dispuestos para la manipulación de masas.
Para reemplazar a un líder del tamaño de Stalin, que no sólo representa el poder político sino la mística del Estado, esa parte digamos espiritual sobre la que también se sostiene un régimen, se debe encontrar a un hombre que pueda ser presentado ante el pueblo como un santo, capaz de inspirar respeto entre las tropas pero sobre todo de mostrarse como el nuevo elegido. Un líder para los tiempos que se vienen encima, cuyo rostro serio mirará hacia el horizonte en los afiches de la propaganda oficial.
Aquí es donde la comedia, irónica y cínica como corresponde, aprovecha para establecer el tono de la historia y burlarse de todo lo que por serio y formal parece intocable.
Hay que ver cómo estos hombres, los que sobreviven al dictador, se creen cada uno mejor que el otro, cada uno más o mejor iluminado que el otro, cada uno con más derecho y aptitudes para levantar en brazos a la Madre Rusia.
Hay que ver la pelea más o menos arreglada entre orgullo y cobardía. Porque sí, todos quieren ponerse al mando de la causa, pero son los primeros en saber que esa causa involucra la puesta en escena de una mentira histórica.
Entre el reparto están Steve Buscemi y Jeffrey Tambor, dos actores que, habiendo hecho carrera en prácticamente todos los registros que se le pueden pedir a un actor de cine, son expertos en el humor incómodo, a menudo poniéndole el cuerpo a personajes como los de ‘La muerte de Stalin’, que de tan raros y patéticos terminan siendo memorables.