La Huella es una de las nuevas librerías de barrio que se abrieron en Quito durante el último año. Entre sus especialidades están libros sobre poesía, mitología y novela gráfica.
Era mediados de 2020. Antes de que Doménica Aroca escribiera a decenas de editoriales, en su familia rondaba la idea de tener un emprendimiento, pero nunca llegaron a un acuerdo. Todo cambió cuando ella le propuso a su mamá vender libros de autores latinoamericanos por redes sociales.
De las decenas de correos que envió solo tuvo tres respuestas: dos fueron de editoriales ecuatorianas y una española, Visor.
Así nació La Huella, una de las nuevas librerías que tiene Quito. Ahora, en este espacio ubicado entre La Mariscal y La Floresta, no solo hay libros de escritores de la región, sino de autores de todas las latitudes, como el japonés Haruki Murakami, el español Santiago Posteguillo o la británica J. K. Rowling.
La Huella
La librería funciona en un local de la planta baja de un edificio ubicado en la esquina de las calles José Luis Tamayo y Luis Cordero. El interior se asemeja a una pequeña sala de la casa de alguien afecto a los libros. Hay libreros blancos y azules, una mesita de madera, dos sillones verdes y una lámpara.
También hay dibujos y textos escritos a mano pegados en la pared, un par de cuadros y fotos de mujeres por todas partes. El resto son libros de literatura infantil y juvenil, libros ilustrados, novelas gráficas, mitología, poesía, literatura universal, libros usados y novedades editoriales.
Hay dos cosas que llaman la atención en esta librería: el orden de las estanterías y los dibujos y textos pegados en las paredes. Aroca cuenta que estos últimos son producto de los jams de dibujo y escritura que se realizan cada 15 días.
Algo que mantiene, desde hace dos años, cuando empezó con la librería virtual, es el micrófono abierto. Un día se le ocurrió convocar a sus amigos y conocidos para que leyeran sus textos. La mayoría eran lecturas de poesías y relatos cortos de personas que nunca habían publicado. El último, dentro de la librería, se realizó el mes pasado, por el Día Internacional de la Mujer.
Tres libros y su huella
Jugando con el nombre de la librería, que salió de una lectura de un libro de Eduardo Galeano, Aroca escogió tres libros que han marcado su vida como lectora: ‘La biblioteca secreta’, de Leonor Bravo, por ser parte de sus recuerdos de infancia; ‘Cien años de soledad’, de García Márquez, porque la conectó con la literatura latinoamericana; y ‘Viaje al fin de la noche’, de Céline, por la época en la que vivió en Francia.
De productora musical a librera
La idea de vender libros por redes sociales y, dos años más tarde, abrir una librería física no fue algo azaroso en la vida de Aroca. A pesar de que profesionalmente se inclinó por el mundo de la música, su pasión por la literatura la acompaña desde niña, cuando Mery, su madre, le leía.
En esa noches de lectura en voz alta conoció a autoras ecuatorianas como Edna Iturralde, Leonor Bravo y María Fernanda Heredia. Al crecer, las ferias del libro se convirtieron para Doménica en una suerte de rituales que dejaron huella en su vida.
Su primera experiencia como librera fue en Lobolunar. Los dos meses que trabajó en esta librería especializada en novela gráfica y cómic le sirvieron para entender un poco más las dinámicas del mercado editorial pero, sobre todo, para confirmar que quería abrir su librería física.
Durante este primer año de La Huella, Aroca también ha descubierto que en una librería de barrio, como la suya, el librero tiene la posibilidad no solo de leer y recomendar libros, sino de entablar conversaciones con los clientes sobre sus gustos literarios y también sobre otras facetas de sus vidas.
He conversado con personas de todas las edades, desde abuelitas a chicos de universidad, y lo que más me ha gustado es descubrir que hay gente común y corriente como yo a la que sí le gusta ir a una librería”.
Doménica Aroca