Hace 500 años un cabildo y una ceiba testificaron la fundación de una ciudad que, a sol y sombra, habla de la historia de varias generaciones de cubanos y resiste el embate del tiempo y la naturaleza.
Aunque un primer asentamiento en la costa sur se remite a 1514, el definitivo de la villa de San Cristóbal de La Habana, en la costa norte, fue el 16 de noviembre de 1519.
El puerto de La Habana, en tiempos coloniales, era conocido como puerto de Carenas; una misa y el primer cabildo bajo la sombra de una enorme ceiba certificaron el inicio de la travesía histórica de un sitio que en 1592 recibió el título de ciudad por Felipe II y de capital de la colonia en 1607.

Tiempo después se levantó un templo de estilo grecorromano, El Templete (1828), escenario habitual de cada aniversario fundacional y cobijo de los retoños que sucedieron al legendario árbol del acto inicial.
En sus primeros tiempos como ciudad y capital, La Habana “quedó situada en el centro del teatro operacional de las armadas, sede circunstancial del anclaje de las flotas por mandato regio, lo que no solo atrajo riquezas sino permitió a los vecinos muy tempranamente adecuar todo tipo de servicios para acoger a miles de viajeros”, señala Eusebio Leal, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y emblema de las labores de recuperación y restauración patrimonial.
Una temprana fortificación con castillos y torreones y la diseminación de plazas públicas y templos religiosos conformaron la fisonomía de una ciudad de exuberante belleza por el entorno marítimo y atractiva para los ataques de corsarios y piratas.
A finales del siglo XVIII, el sistema defensivo alcanzó tal magnitud que La Habana era el sitio más protegido de las Indias Occidentales, precisa la Oficina del Historiador.
En 1982 la ciudad vieja de La Habana y su sistema de fortificaciones fueron declarados Patrimonio Mundial por la Unesco. Se reconoció “una interesante mezcla de monumentos barrocos y neoclásicos, así como un conjunto homogéneo de casas con arcadas, balcones, rejas de hierro forjado y patios interiores”.
El casco antiguo cubre algo más de dos kilómetros y se calculan unas 3.500 edificaciones, de las cuales unas 500 tienen valor patrimonial. La vida citadina se expandió de la ciudad intramuros y prosperaron barrios urbanos céntricos como el Vedado, espacios verdes y públicos como el Paseo del Prado, y edificaciones como el Capitolio.
- Edificio colonial de La Habana Vieja con balcones contra el cielo azul.
- Malecón de La Habana, Cuba
- La Habana, Cuba: Castillo de la Real Fuerza, con la emblemática estatua de La Giraldilla sobre su atalaya
- Coche americano 'Vintage' en la avenida Malecón durante una hermosa puesta de Sol.
- Castillo de la Real Fuerza. Policía Nacional Revolucionaria.
- El Gran Teatro de La Habana.
- La famosa muralla de Malecón y el horizonte de La Habana en un bello día de verano.
- Capitolio en La Habana, Cuba; con viejos coches americanos.
- Famoso Gran Teatro de La Habana, Cuba.
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La Habana del habano, el mojito y el daiquirí es un hervidero de propios y extraños, enigmática para unos, incomprensible para otros, donde suenan los tambores de la cultura afrocubana, de edificaciones que no se restablecen de las heridas del tiempo y la falta de mantenimiento, otras que recuperaron su esplendor y de amores confesados en el muro del malecón, presa de los embates de la temporada ciclónica, una batalla que, como dice el historiador de la ciudad: “solamente podría librarla Neptuno con su tridente”.
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http://www.planmaestro.ohc.cu/recursos/papel/libros/desafioutopia.pdf