Por Juan Fernando Andrade | @pescadoandrade
Par líneas
A la Bios de Calamaro no se le puede pedir más.
Dan ganas de verla en el cine, en grande, la música pasando por encima.
Podrían hacer una función con tragos, con porros, una proyección que permita la emoción desenfrenada y el karaoke mamarracho.
Tendrían las salas de cine llenas.
Mucha gente, se me hace, llamaría a la ex para ponerle una canción y jurarle amor eterno y, se sabe, preguntar eso de “¿Qué será de ti?” y reclamar eso de “¿Por qué dejaste de seguirme?”
¿Fue Calamaro una mala influencia? No más que Armando Manzanero, José José o Roberto Carlos (es así de bueno), a quienes tan merecida y gozosamente ha versionado.

En todo caso es cierto que podría venir con algún tipo de aviso o advertencia, pero qué sería de nuestras canciones favoritas si nos las hubiéramos prohibido. ¿Con quién estarían hoy esas canciones? ¿Estarían bien?
El Arjona del rock, dicen, es Sabina.
Así las cosas, Calamaro es mi Arjona. Y aprovecho para citarlo, “Me la banco muy bien, es un honor”.
Esta serie de documentales, original de Nat Geo, ya había cubierto a Charly García, Álex Lora (El Tri), Gustavo Cerati y Luis Alberto Spinetta. Todo bien, buena wiki, valiosa, podría llamarse Enciclopedia animada del hombre que fue. El capítulo Calamaro, sin ningún embargo, se distingue, elevado a la categoría de un chisme contado por la fuente.
Faltaron sus hábitos reproductivos. Mejor así, con las canciones se entiende o se asume.
No quiero ser careta, repite una y otra vez El Cantante, negándose a mentir. Algo habrá de ficción en lo que dice, pero su parte del mito está bien contada y, como sus canciones, parece inspirada en hechos de la vida real.
También dice que lo recuerden por Honestidad Brutal, su disco sobre relaciones encontradas. Que lo recuerden por El Salmón, su álbum quíntuple, más de cien canciones de una sentada. Que era más fácil tomar drogas y hacer canciones que salir a la calle y con esto darle al mundo otra oportunidad.
¿Se le fue la mano? Sí, obvio. Escribir de más no es tan raro, es otro exceso.
Nunca mejor dicho: mejor que sobre a que falte.
Dales un buen final y se irán contentos, dicen, extraoficialmente, en los talleres de guión. Este es el mejor final que he visto en mucho tiempo. Qué manera de zanjar el asunto. La última línea, esto no lo enseñan, pero igual se sabe, tiene que ser tan buena como la primera, si no, estamos perdiendo el tiempo. Y hacia el final del primer documental formal sobre su vida, Andrés Calamaro, cantante de rock, se asombra cuando le llega una frase perfecta que no puede contener porque necesita espacio para más frases, aunque no sean perfectas.
Hay canciones que no hemos cantado todavía. Me alegra saberlo, de pronto las escucho.
Pienso en una versión de Opiniones contundentes.
Sobre el rock: qué bueno saber que hay allá fuera todos esos hombres, metiéndose todas las drogas y acostándose con todas las mujeres.