Se convirtió en la periodista más joven en recibir el Reconocimiento a la Excelencia en los Premios Gabo 2023. En esta entrevista, Jennifer Ávila, habla sobre el medio que dirige y las complicaciones sociales en su natal Honduras, uno de los países más complejos para ejercer el periodismo.
El silencio en el Teatro Colón de Bogotá se interrumpía cada vez que se escuchaba “Jennifer Ávila” por el micrófono. La periodista fue galardonada con el Reconocimiento a la Excelencia de los Premios Gabo 2023.
“Este reconocimiento la convierte en un símbolo de la valentía periodística en Centroamérica. Respaldado por su coraje, ética y convicción inspira a miles de jóvenes periodistas en todo el continente”, decía Jon Lee Anderson, antes de entregarle el premio.
Así como lo hizo en el teatro, Ávila se ha encargado de romper el silencio en Honduras, . Contracorriente, que es su medio y también su estilo de vida, se enfoca en dar espacio a aquellos que han sido invisibilizados en su país. A través de sus investigaciones da voz a mujeres, jóvenes, diversidad sexual y a los grupos más vulnerables.
Como si narrara un cuento, Ávila relató las experiencias más duras de su vida, durante su discurso. Ver la imagen de su primo muerto en la portada de un diario, los recuerdos del huracán que arrasaron con su país y la ocasión en que literalmente se rompió la Democracia (un puente) en el Progreso (su pueblo natal), fueron algunas de las vivencias que la inspiraron.
En un país y en una región en los que “la gente calla o muere”, Ávila está convencida de que el periodismo sirve para arrancar ese grito que sigue atorado en la garganta de muchos.
¿Qué significa ser contracorriente?
Para mí es ir en contra de la corriente del silencio, de la impunidad, de la injusticia, de la censura; en contra de la corriente de la propaganda y de la corrupción en los medios. Al final, son muchas cosas. También es ir contra de la corriente del machismo y en contra de las narrativas predominantes que han sido tan dañinas para las sociedades en las que vivimos.
¿Cuáles son los obstáculos nadando contracorriente en un país como Honduras?
Uf, muchos. Me acuerdo que las primeras veces cuando salíamos a reportear y dábamos el nombre (Contracorriente), nadie nos quería dar entrevistas porque decían “ustedes están en contra de todo” (se ríe). Fue un trabajo de posicionar el nombre y de nadar contracorriente para que fuera aceptado por las audiencias. Los retos son grandes en un país donde la gente no cree en la prensa, sobre todo, después del golpe.
¿Cuál fue el papel de la prensa en ese momento?
Hubo muy mala cobertura. La prensa polarizó más a la sociedad y se mantuvo en esa dinámica. Decir que somos un medio independiente en un país donde no existía eso fue un ejercicio muy raro y desconocido en Honduras. Hubo que hacer caminos como mineros y picar la piedra para abrir fuentes y sacar información pública. Ha sido muy difícil mantener fuentes en el Estado. En Honduras no ha habido una cultura de periodismo riguroso; por lo tanto, hay que educar a la audiencia.
¿Cómo arrebatar ese grito al silencio, que mencionaste en tu discurso?
Debemos estar presentes en los lugares y tener una escucha activa para que la gente pueda sentirse con la confianza de hablar, de gritar y de sacar la rabia, pero también de contar las cosas porque quiere mejorar su país. Al final, es eso. A veces también la gente no quiere volver a hablar porque ha sido revictimizada por los medios. Es una cosa que tenemos que aprender los periodistas. ¿Cómo vamos a sacar la información, desde una escucha y desde cierta empatía, sobre todo, con sobrevivientes de violencia? Es también esto de pelar la información pública y exponer por qué los gobernantes deben hablar con la prensa, por qué deben exponerse al escrutinio público.
‘Contracorriente’ se rige bajo la premisa de que ninguna historia vale la vida.
Sí, ahora hay muchas herramientas para que los periodistas podamos analizar los riesgos y no seamos ingenuos cuando nos metemos a reportear una historia. Hay que ser conscientes de que, a pesar de que estamos en riesgo, tenemos un privilegio por sobre las fuentes, porque ellas siempre están en más riesgo que nosotros. Hay que cuidarlos y hay que cuidarnos a nosotros mismos. De nada sirve que nos maten por una historia porque entonces no va a salir a la luz y por eso hay que trabajar en equipo. Tenemos que olvidarnos de que el periodismo es un trabajo solitario.
Siempre resaltas ser mujer y ser joven. Incluso eres la periodista más joven en obtener el Reconocimiento a la Excelencia. ¿Cómo influyó esto en la creación y desarrollo de Contracorriente?
Yo siento que todavía no estamos representadas correctamente en las noticias. Vemos las noticias diarias de un femicidio y se dice que fue culpa de la mujer asesinada. Hay muchísima culpa, estigma, machismo y misoginia en los medios de comunicación. Hay tantas mujeres periodistas y las universidades están llenas de ellas, entonces fue un llamado a ayudar a cambiar esas narrativas, por lo menos desde un medio digital.
En tu discurso decías que antes pensabas que el periodismo de investigación no podía ser compatible con la maternidad y ahora crees que no pueden ser más compatibles los dos oficios. ¿Ser mamá y periodista de investigación también está a contracorriente?
No voy a decir que es fácil ser periodista de investigación y ser blanco de ataques cuando ya tienes una hija. La maternidad es una responsabilidad más y es bien pesado, pero pienso que le estoy diciendo a mi hija que ella puede hacer las cosas que se propone. Para mi es muy importante seguir con mi carrera y hacer lo que me gusta para darle ese ejemplo. En este proceso mi familia y mi esposo han sido un apoyo fundamental. Cuando no estoy, él está y podemos colaborarnos. Dentro de ‘Contracorriente’, en la política de género, tenemos apoyo para el cuidado de hijos. Es un asunto de contención mutua entre quienes estamos colaborando tanto institucionalmente, como con otras mujeres de ‘Contracorriente’.