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Gabriela Ponce: ‘En la práctica, el amor a los hijos es complejo’ 

‘Me.de.as. Versiones Desobedientes’ es una obra coral dirigida por la ecuatoriana Gabriela Ponce. La pieza dispara nuevas reflexiones sobre la maternidad y la migración, a partir de relecturas de las creaciones de Eurípides y Christa Wolf.

Tres días antes del inicio de la segunda temporada de esta obra, Mundo Diners conversó con Ponce en uno de los camerinos del Teatro Sucre. Allí, entre otras cosas, habló sobre su visión de la maternidad y de la crianza de los hijos. 

Funciones

  • La obra se presenta el sábado 6 y el domingo 7 de mayo, en el Teatro Sucre.
  • En escena estarán Caymo Pizarro, Cristina Marchán, María Emilia Contreras, Valentina De Howitt, Denise Neira Vieira, Clara Francisca, Marcela Correa, Nai Ramírez, Marglen Phillips, Lizbeth Cubides y Big Mama.
Escena e la obra ‘Me.de.as’ dirigida por Gabriela Ponce.

¿Por qué es complejo entender que no existe solo una forma de maternar? 

Creo que a partir de la Modernidad se acentúa un mandato cultural sobre la maternidad, que se termina de configurar en el capitalismo más avanzado, donde se la concibe como una experiencia individual de la mujer y no de la colectividad ni de la comunidad. Una idea que ha sido difícil de cambiar, porque hay un cruce entre el cuerpo que, efectivamente, da a luz y materna, y el discurso cultural que ha estado direccionado a la dominación de ese cuerpo. La dominación del cuerpo de la mujer ha estado atravesada por esta condición de maternar. En medio está este discurso del cristianismo que dice que hay que amar a los hijos por sobre todas las cosas.

Y, en la práctica, ¿una madre no ama a sus hijos por sobre todas las cosas?

En la práctica, el amor hacia los hijos es complejo. Está matizado por otras emociones y por condiciones especiales específicas. Crecemos con la idea impuesta de que, básicamente, cuando tienes a tu hijo entre los brazos te vas a sentir realizada y plena, y que será un amor que te hará renunciar a todo. En la práctica, ese amor es una experiencia paradójica y eso es lo que a muchas mujeres, cuando somos madres, nos cuesta asumir. 

Hasta hace poco, era mal visto que las mujeres que tienen hijos renieguen de su maternidad. ¿Eso está cambiando en las nuevas generaciones de madres?

Creo que hay unos cambios superimportantes en las nuevas generaciones. Antes, no ser mamá era como pensar en un ser incompleto como mujer. Ahora, las mujeres ya saben que pueden optar por no ser madres. Es algo que me parece casi subversivo, porque se abrió una posibilidad de plena realización que está fuera de ese mandato que se ha utilizado para dominar el cuerpo de la mujer. También se está reconociendo que hay maternidades heterogéneas y que muchas veces la maternidad nos sobrepasa; que es una experiencia con la que no sabemos cómo lidiar y para la que necesitamos ayuda de una comunidad que nos sostenga. Por otro lado, siento que todavía se juzga cuando una mujer habla de las dificultades que han venido con su maternidad. 

La Medea de su versión no solo es madre sino también una migrante. ¿Qué la impulsó a poner en diálogo estos dos mundos? 

Por un lado, estuvo mi lectura de la Medea de Christa Wolf, que me cambió totalmente la idea que tenía de este personaje. En esta versión hay un vuelco bien importante cuando se la da la voz a Medea y ella dice que no mató a sus hijos, sino que otros los mataron porque ella era extranjera. Cuando trabajamos la obra, ese filón nos llamó la atención. Luego tuvimos el encuentro con cuatro mujeres bailarinas migrantes que llegaron a través de la productora de la obra. Las invitamos a ser parte del proceso y aceptaron. 

Gabriela Ponce, directora de la obra, en el Teatro Sucre.

¿Qué rescata de la versión de Eurípides?

Hay una imagen muy hermosa hacia el final de la versión de Eurípides, en donde Medea se va triunfante. En la obra hemos recuperado esa imagen de Medea, que vuela y que logra elevarse con muchas mujeres que la acompañan. No es una reivindicación del asesinato de los hijos, sino una búsqueda de esa idea de pensar en una Medea que está acompañada de otras mujeres y que, tal vez, no necesita matar a sus hijos porque no está sola. Creo que esa es una forma de pensar nuestra versión desobediente de Eurípides.

En el libro ‘El infinito en un junco’, la escritora Irene Vallejo recuerda que en la versión de Eurípides, Medea habló por primera vez de la furia y de la angustia que anidaban en los hogares atenienses. ¿Cuánto de esa furia y de esa angustia persisten en los hogares quiteños? 

Vivimos en una ciudad donde hay hogares y mujeres que están padeciendo esa furia. Hay muchas mujeres que se ven obligadas a vivir la maternidad en soledad y desde el dolor. Siento que esa sigue siendo la realidad de muchísimas mujeres ecuatorianas. Cuando estábamos montando la obra nos encontramos con el artículo de una cronista de El País, que relataba la historia de una mujer que dejó a su hija debajo de un árbol. Era una empleada doméstica que iba a perder su trabajo. Me parece importante pensar en cómo las mujeres que son cabeza de familia, que están solas, o que no tienen la protección de la ley tienen que tomar decisiones radicales en función de proteger a sus hijos y esto es algo que también invitamos a pensar en la obra. 

Gabriela Ponce y la crianza

En este contexto, ¿por qué es fundamental hablar de la crianza compartida? 

Creo que eso es fundamental en el mundo en el que vivimos, porque muchas madres tienen que asumir, además de las tareas de la casa, la subsistencia económica del hogar. Históricamente, la maternidad ha sido un hecho compartido y no aislado. En el pasado, la maternidad fue de la colectividad, luego de las abuelas y de las tías y ahora es cada vez más solo de la mujer. La maternidad debería ser un hecho más compartido. Siento que pensar así nos puede ayudar a entender que no solo sobre nuestros cuerpos recae esta responsabilidad que es criar a los hijos. En ese sentido, la obra busca repensar la idea de la maternidad como algo que nos compete a todos y que, de algún modo, se reparta y no esté así de localizada en el cuerpo de una mujer. 

Una responsabilidad que también tiene que ver con paternar 

Siento que ahora hay una participación de los padres mucho mayor. Me imaginó que en la clase media alta también la economía ayuda para que eso sea así. En general, siento que esa familia nuclear igual se queda corta para sostener lo que es realmente la crianza de los hijos. Esa idea de que sea más de la comunidad, más compartida, me parece importante y necesaria. 

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