La caída y PUCE, Quito, 2018
Narrar una ciudad parece proponerse Santiago Rosero en estas lúcidas crónicas que recorren un paisaje humano, donde París juega de escenario y los habitantes resuelven sus vidas de modos singulares.
Profundiza el autor en cada uno cuando acude a sus biografías, llenas de logros extraordinarios, como aquella del fotógrafo de las tinieblas, un ciego que concibe la fotografía como una función del tacto: “tocar es mirar”.
La moda es un signo de la ciudad y Rosero nos permite ingresar en esta a través de la vida de Patricio Sarmiento, un talentoso diseñador de moda cuencano que “triunfa en el extranjero”. Contrasta con el retrato de John Galliano, el diseñador de Dior de origen sefardí que sucumbe por su antisemitismo. Y aún hay más: la obstinación de los sapeurs congoleses de verse bien vestidos, originada por el colonialismo francés.
Se adentra en otro de los signos de la ciudad luz: la gastronomía, cuando describe la cocina joven en el festival Omnivore, o en Freegan Pony, una propuesta culinaria de reaprovechamiento de los alimentos que la ciudad rechaza, o en el retorno a las recetas ancestrales para hacer buen pan, de Christophe Vasseur.

El poder queda vivamente retratado en los amoríos clandestinos del presidente Hollande, mientras los atentados del 2015 y las biografías de Albert Camus, Miles Davis y Kurt Cobain agudizan la visión sobre la ciudad de las paradojas, donde convive la rebeldía del autor con la de sus personajes.
Indiscutibles son las cualidades narrativas de Rosero en esta compilación de crónicas que revelan, de modo ameno y cautivante, la ciudad que él experimentó.
(Renato Ortega L.)