Random House, 2018
La mexicana Fernanda Melchor se destaca como una joven promesa latinoamericana. Esta nueva novela la ratifica: sus 222 páginas no dan tregua por el lenguaje brutal elegido como materia prima; solo la violencia verbal podía contar esta historia ambientada en un pequeño pueblo del México profundo, donde hace mucho calor, como en Comala, y donde el destino de las muchachitas y los muchachos es la humillación, el abandono y el hambre.
Las drogas de peor calidad y el sexo precoz, a la fuerza o comprado, son los atajos para hallar cierta dicha.
Asentada a un tiempo en un mito popular y en un trabajo de investigación sobre la violencia política y criminal, la novela de Melchor hará que el lector se sienta vapuleado por los golpes de las palabras, como patadas en el estómago. La autora ha elegido con maestría el método para herir al lector y para cautivarlo de modo irremediable.
El tráfico carnal, el placer cargado de pecado, los usos del poder, las prácticas homosexuales, la fantasía de la droga, el trato a las mujeres y el miedo son algunos de los problemas que atraviesan la trama, donde toda moralina ha desaparecido.

La ambigüedad del gozo, la pasión con la que se ama y con la que se mata, los tabúes sagrados, la energía sexual: todo se consuma por obra de la muerte y el mal.
No de otro lugar del mundo, sino de México, sus asesinados, quemados, mutilados, torturados y desaparecidos viene esta Temporada de huracanes.
Una estrella lejana brilla, anuncia el sepulturero a los muertos en la última página: “Para allá tienen que irse, para allá está la salida de este agujero”.
(Cecilia Velasco)
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