En la Praga del imperio austro-húngaro nació el 3 de julio de 1883 Franz Kafka. El joven checo, de origen judío y con pleno dominio de la lengua alemana —en la que escribió su obra—, se doctoró en leyes y trabajó en una compañía de seguros, pero su vocación primó por sobre todas las cosas: escribir.
El catedrático y ensayista español Jordi Llovet define la obra kafkiana como “una sola materia narrativa” en la que hay dos cosas a la vez: “una muy real y otra que es una especie de anticipación de una dimensión que se encuentra en el extremo opuesto de la realidad: lo sobrenatural, trascendente y misterioso del más allá”.

En una entrevista a la revista virtual The Barcelona Review, Llovet afirmó que Kafka “era una máquina constante de escribir” y que “cuando cogía la pluma, automáticamente hacía literatura, fuera el género que fuera. Escribir era la justificación de su existencia. Para él, la ecuación vida=escritura era exacta”.
La personalidad de Kafka se ha tildado de introspectiva y frágil, y se dice que fue un hombre meticuloso e incluso obsesivo con su labor literaria. Un largo padecimiento con la tuberculosis, el distanciamiento con su padre y altas y bajas sentimentales matizaron su vida.
Lo que dejó fue un monumento mayúsculo en la narrativa del siglo XX, con fábulas, dijo el gran escritor Jorge Luis Borges, “tan antiguas como la historia” y “textos proféticos que trascendieron la época en que fueron escritos”.
Salvación del universo kafkiano
El creador de la inmortal transformación en insecto de Gregorio Samsa produjo sus primeras narraciones a los veinte años, pero las destruyó, una acción que intentó, por segunda vez, poco antes de su muerte en un pedido a su amigo y albacea Max Brod.
Para suerte de la literatura universal y del conocimiento público en general, Brod desobedeció la solicitud y recopiló y guardó todos los manuscritos, documentos, cartas y producción literaria de Kafka.
Así trascendió a la luz pública el universo kafkiano de “parábolas de turbadora e inagotable riqueza simbólica, protagonizadas por antihéroes extraviados en un mundo incomprensible” y de “una realidad en apariencia reconocible y cotidiana, pero sometida a inquietantes mutaciones que sumergen al lector en una opresiva y asfixiante pesadilla, plasmación de las angustias e incertidumbres que embargan al hombre contemporáneo”, destaca la enciclopedia en línea Biografías y vidas.
Kafka murió el 3 de junio de 1924 en el sanatorio austríaco de Kierling, víctima de tuberculosis. La última década de los 41 años que vivió fue prolífica entre relatos cortos, cuentos y libros como Contemplación (1912), La condena (1913), La metamorfosis (1915, el nombre original y reconocido en ediciones recientes es La transformación), En la colonia penitenciaria (1919), Un médico rural (1919) y Un artista del hambre (1922).
Sus novelas (el hecho de haber quedado inconclusas no desmerecen su valor literario) El desaparecido (se conoció como América, título que le puso Brod), El proceso y El castillo se publicaron de manera póstuma.
En Praga
El museo Franz Kafka conserva ediciones originales, cartas, diarios, manuscritos, fotografías y dibujos.
Un busto del escritor checo, creado por el artista David Černý, se encuentra en el centro comercial Quadrio. Tiene once metros de altura y pesa 39 toneladas.
En la lápida número 21 – 14 – 21 del nuevo cementerio judío de Praga se encuentra la tumba de Kafka y sus padres.
Obras completas
Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores están al frente de un proyecto de obras completas de Kafka, en una edición dirigida por Jordi Llovet, elogiada por la traducción al español, el rigor filológico y la fidelidad a los originales del autor.
Se han publicados tres volúmenes: el primero de novelas (El desaparecido [América]), El proceso y El castillo), el segundo de los diarios y el tercero de relatos, apuntes, aforismos y reflexiones. Resta publicar un cuarto tomo sobre la correspondencia del escritor checo.