El actor argentino Guillermo Francella, mucho más conocido por sus comedias que por sus dramas, protagoniza ‘El robo del siglo’, una de las películas más aclamadas de los últimos años. Se vale tomar nota y aprender a robar un banco.
Guillermo Francella se ha convertido en la otra cara de Ricardo Darín.
Al primero se lo asocia con la comedia y el entretenimiento, como si su presencia en pantalla fuera garantía de una buena experiencia.
Darín, en cambio, ha optado por proyectos más arriesgados y serios que lo han llevado donde está: podría hacer una película muda, en la que sólo aparezca él fumando un cigarrillo tras otro, y sospecho que igual sería buenísima.
Pero Francella, quizás porque escoge bien sus papeles, no resulta tan amenazante ni mucho menos formal. Curioso, pero a veces uno prefiere la compañía de Francella, a veces uno prefiere estar dentro de una película que no dependa de una especie de tragedia para concluir, que puede cerrarse con humor e inteligencia.
‘El robo del siglo’, la cinta argentina que tuvo poca suerte en distribución pues salió en plena pandemia, ha vuelto a cobrar su venganza y su espacio en el streaming de Star+.
La cinta, que tiene a Guillermo Francella al frente de un gran elenco, está basada en un caso real, ocurrido el viernes 13 de enero del año 2006, y en el que un grupo conformado por seis personas termina retirando 19 millones de dólares de la sucursal de un banco local.
¿Cómo lograron el robo?
Como la historia es bien sabida, y como la ficción maquilla la realidad pero no logra cambiarla, no es éste el tipo de cinta que pregunta qué hicieron sino cómo lo hicieron.
Y, claro, como no deja de ser una película argentina, ese “cómo lo hicieron” se resuelve en un montón de diálogos que pasan de la angustia existencial al humor más barato y por eso mismo más querido. Si puedes resolver una escena con humor, no lo dudes, hazlo.
El caso que se retrata en la cinta fue además legendario porque no se derramó una sola gota de sangre; hubo rehenes, sí, pero todos salieron con vida; hubo riesgos, sí, oportunidades para disparar que de pronto cambiaban el juego, pero nadie apretó el gatillo en dirección a otra persona.
No hubo violencia de parte de los ladrones, ni abuso progresivo de la fuerza por parte de los policías (es más, el filme recuerda a esas películas en que el jefe de los buenos termina enlazando amistad con el capitán de los malos).
De hecho, durante una de esas grandes conversaciones escritas y habladas en argentino, un personaje le pregunta al otro, ¿por qué a nadie se le había ocurrido antes robar un banco así?
Naturalmente, la película se ocupa en resolver a esta pregunta mostrando con santo y seña cómo hicieron para entrar, abrir la bóveda, retirar los billetes y salir como todos unos caballeros, sin estridencias.
Contrario a lo que se piensa: la forma de hacerse notar no es haciendo ruido.