Por fin ha llegado a Netflix una de las mejores películas de los últimos años, ‘El Padre’, protagonizada por Anthony Hopkins. Se trata sobre un hombre senil que está perdiendo la memoria, pero será muy difícil olvidarla.
Florian Zeller. El nombre no suena mucho todavía, pero sospecho que se vienen tiempos en los que este nombre se repetirá en conversaciones que empiecen con una pregunta que se va volviendo obligatoria: ¿ya viste la última de Florian Zeller?
Zeller, de 44 años, nació en Francia, no fue exactamente un niño terrible, pero sí una especie de niño genio: publicó su primera novela cuando tenía 22 años, tuvo un éxito moderado, siguió publicando y cuando apareció su tercer libro el mundo intelectual y comercial europeo le abrió la puerta grande.
Zeller, además, hace teatro, es autor y director de varias obras que, traducidas y montadas en inglés, suman representaciones en catedrales del drama en Londres y Nueva York.
Entre estas obras se cuenta una trilogía compuesta por ‘El Padre’, ‘La Madre’ y ‘El hijo’, cuyas adaptaciones al cine están haciendo ya bastante ruido.
Por ejemplo: en 2021, luego de 20 años de justificada y ansiosa espera desde ‘El silencio de los inocentes’, Anthony Hopkins ganó su segundo premio Óscar como mejor actor en un papel principal.
Y ganó precisamente por su trabajo en ‘El Padre’, adaptación de la obra de teatro dirigida por el mismo Florian Zeller.
La película, sobre un anciano ya con ambos pies en la demencia (no se aclara de qué tipo, pero las escenas señalan el Alzheimer), sirvió de plataforma para que Hopkins, que aparece prácticamente en cada cuadro del filme, hiciera un despliegue del oficio que lleva décadas ejerciendo.
Anthony Hopkins nunca está mal, a veces escoge mejores proyectos que otros, se nota que le gusta mantenerse activo, pero en ‘El Padre’ alcanza un nivel al que sólo se puede llamar sabiduría y al que sólo se puede acceder de pie, parado sobre los hombros de un gran guion.
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La trama de ‘EL Padre’
Uno sueña con un aparato que sea capaz de hacerle sentir al médico, o cuando menos al empleado de la farmacia, los síntomas que uno tiene, exactamente los mismos síntomas, para que así el profesional de la salud salte de preguntas tipo, ¿le duele o le arde?, ¿le pica o le suda?, ¿está sangrando, vomitando o las dos cosas?, y vaya directo no al diagnóstico sino a lo que realmente interesa: la cura.
Algo así ha hecho Florian Zeller en su debut como director de largometrajes y se puede comprobar en Netflix.
En el durísimo afán de adaptarse a sí mismo, el caso de Zeller va del teatro al cine, el francés ha logrado filmar cómo se degrada la mente de una persona que está perdiendo la memoria; mejor dicho, cómo es estar detrás de los ojos de un hombre que, haciendo un esfuerzo enorme, apenas y puede recordar su nombre y lanzar frases como arrancadas de un poema.
Frases como esta: Se me están cayendo todas las hojas. (Lo que nos hace pensar en un árbol que no volverá a saber del verano).
Y lo ha logrado de una forma tan terrenal y cercana que eso que él vende como una ‘comedia oscura’ termina siendo, y quizás esto lo digo/escribo porque sigo impresionado, una cinta de ‘terror realista’.
El personaje se levanta en un cuarto y piensa que está en otro; confunde a su hija (gran papel de Olivia Colman, que mantiene invicta su carrera) y a su enfermera; recuerda cosas que nunca pasaron y olvida lo que pasó hace cinco minutos.
Todo esto, lo sé, suena harto contado y harto sabido y hasta ya muy visto, pero así como los familiares de una persona enferma tienen siempre una versión más próxima y terrible de la enfermedad, la cinta te deja una especie de trauma futuro, la esperanza de perder la memoria para que sea otro el que se muera, no tú.