NOTA DE LIBRE ACCESO

La crónica como esencia de la escritura, Carlos Manuel Álvarez

Por: Juan Camilo Rincón / Natalia Consuegra

Los maestros del periodismo Leila Guerriero, Martin Caparrós y Jon Lee Anderson lo consideran uno de los mejores cronistas en español. El cubano Carlos Manuel Álvarez se ha convertido en una de las nuevas voces de la literatura de no ficción y fue uno de los finalistas del premio Gabo2023.

La suya es una crónica imparable y sin condescendencias con la que suele explorar, entre muchos asuntos, una Cuba que ya no es postal, el periodismo latinoamericano cooptado por los grandes conglomerados y la necesidad de nuevos modos de escritura colaborativa e independiente.

Carlos Manuel Álvarez
La crónica es parte del trabajo de escritura del cubano Carlos Manuel Álvarez.

Usted es reconocido por su trayectoria en textos de ficción y no ficción. ¿Qué licencias le permiten uno y otro género?

Es difícil pensar los géneros como una limitación. Yo elijo la crónica como una totalidad. No por lo que no puedo hacer en la ficción y viceversa. Nunca es del todo consciente saber por qué decido contar ciertas cosas a través de uno u otro género. De hecho, pienso mi ejercicio de la escritura, y mi relación con la palabra y el lenguaje como algo que está fuera de eso. En la crónica que he intentado hacer en los últimos dos o tres años -como la que fue finalista en el Festival Gabo– he buscado trabajar con el ensayo. Me interesa la crónica que piensa aquello que está contando y no se limita solo al relato; que reúne categorías dentro de sí misma y me permite la experimentación, tanto como puede permitirnos la ficción. Yo sentía que en América Latina había una especie de plantilla para la crónica, una estructura prediseñada, una fórmula de cómo se narra un hecho real y cómo se cuenta con el pacto de la no ficción.

¿Qué alimenta su ejercicio de escritura?

Para mí han sido fundamentales dos lecturas de los últimos años: los libros de historia de Heródoto, y la ‘Historia de la guerra del Peloponeso’, de Tucídides. Son libros que anteceden a Aristóteles, el gran clasificador occidental. Después de él, una poética con la política, con la segmentación de las artes y el pensamiento, Occidente nunca más sale de ahí. Antes la escritura funcionaba de otra manera, con estos autores que no tenían conciencia de la clasificación, de los géneros, los tipos de escritura. Generan entonces unas máquinas narrativas que no desfallecen aunque han pasado más de dos mil años, que son sumamente estimulantes y vivas, donde hay una mezcla de registros retóricos sin ningún tipo de rubor ni empacho. Eso me ha entregado una libertad a la hora de volver a pensar la no ficción, la crónica e inevitablemente mi escritura en general, que no tenía cuando estaba demasiado encerrado en la conciencia de los géneros y en las clasificaciones. 

Una conciencia que a veces también nos encierra como lectores…

Hay unos pactos de lectura de antemano. El lector no llega de ceros a un libro. Muchas veces la relación, el goce sublime que puede generar eventualmente la lectura, tiene que ver con la sorpresa ante la destrucción de aquella conciencia previa que tenemos al enfrentar un libro. Así es como el libro despedaza absolutamente nuestras nociones y certezas. Eso se logra muy rara vez, pero siempre hay que perseguirlo.

Desde su lugar como cronista, ¿cómo ve el periodismo en Latinoamérica? 

Los conglomerados de la prensa y el periodismo están muertos por su complicidad con los poderes políticos y económicos y con las oligarquías latinoamericanas. El periodismo latinoamericano que vale la pena es el que ocurre al margen de esos grandes poderes fácticos. Tendrá que ser cada vez más colaborativo entre distintos proyectos independientes que puedan contrarrestar de alguna manera la propaganda social constante de los grandes medios de prensa que todavía usurpan el ejercicio del periodismo para filtrar −de manera más o menos disimulada− los intereses de los poderes políticos y económicos que también tienen el control de nuestras sociedades. El periodismo se ha refugiado en los márgenes de los grandes centros mediáticos de comunicación, pero desde allí tiene la posibilidad de convertirse en el centro y articular esas fuerzas narrativas para volver a conectar con lo que pueden ser las verdades de nuestra cultura. De eso va a tener que encargarse: traducir para el presente lo que hemos sido como pueblo, lo que somos y lo que aspiramos.

Sobre esas verdades de nuestra cultura, ¿cómo ve el afán constante de plantear una identidad latinoamericana homogénea y única?

Todo eso son retóricas, estereotipos y la instrumentalización de ideas que en el fondo son bastante más genuinas que lo que muchas veces históricamente hemos dicho sobre ellas. La idea de pensar América Latina como un territorio común no me desagrada, pero obviamente como un territorio común extremadamente diverso, rico y donde las identidades no están cerradas. Cuando se han usado discursos sumamente gastados como esos uno se siente dentro de una cárcel, de un deber ser como individuo, una identidad programática que parece que tiene un destino manifiesto y centrado, casi como si fuéramos gringos en ese sentido, y no es así. La identidad latinoamericana es abierta, está en discusión y yo diría que casi que es la única fuerza que tenemos como pueblo. Pero bueno, es una fuerza que no es poca.

Carlos Manuel Álvarez

  • En el Hay Festival 2017 fue incluido en la lista Bogotá39 como uno de los mejores 39 escritores de ficción menores de 40 años en América Latina.
  • Escogido en 2021 por la revista Granta como uno de los 25 mejores escritores jóvenes en español.
  • Ganador del Premio Anagrama de Crónica en 2022.
  • Hace parte de las selecciones Cuba en la encrucijada. Doce perspectivas sobre la continuidad y el cambio en La Habana y en todo el país (2017) y Bogotá 39 – Jóvenes escritores latinoamericanos (2017).
  • Autor de La tarde de los sucesos definitivos (relatos, 2013), La tribu, retratos de Cuba (crónica, 2017), Los caídos (novela, 2018), Falsa guerra (novela, 2021) y Los intrusos (crónica, 2023).
  • Cofundador y editor de la revista independiente El Estornudo.
  • Creador de piezas literarias de opinión para New York TimesBBCEl PaísThe Washington Post y Al Jazeera. Algunas de sus historias han sido publicadas en GatopardoEl Malpensante y Anfibia.

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