Santiago Vizcaíno
Editorial La Caída, Cuenca, 2017
Vizcaíno ha logrado lo que muchos otros desean: escribir una historia que atrape al lector, que golpee y seduzca. Complejo cuenta cómo Willy, un estudiante ecuatoriano en Málaga, es un extranjero del amor, un extranjero del mundo. Willy proviene de un complejo pasado interior y estalla a la violencia verbal y carnal como modo de preservar su furia interior, su calidad de liberto.
La novela, armada con guiños de cinismo y reptando sobre el humor, denuncia el lado patético o tierno de las relaciones humanas. La historia cierra toda posibilidad a la realización o meta. No hay horizonte ni sol por conquistar. Y si la vida se mueve —parece decirnos Willy— es por el deseo, esa llama que no se apaga.
En las obras que trascienden palpita una verdad que las vuelve más reales que la habitación o la ciudad donde vivimos. Complejo tiene esa virtud: leerla es desaparecer en su verdad e ir aguas abajo, arrastrados por su vertiginoso pulso narrativo. Además, flota sobre ella el lado oscuro de las letras francesas: las oraciones contenidas de Camus, el cinismo y pesimismo de Céline, la intención de ensayar ideas de Houellebecq.

Vizcaíno, como artista, no se miente, su obra no es pretenciosa ni es una pose. Construye un personaje memorable que exuda vitalidad y experiencia sensorial. Su historia refresca el medio y patea a la obesa pose literaria de la cual adolecen las maquetas literarias traficadas como obras ‘maduras y profesionales’.
Abundan quienes anuncian ser malditos en las cafeterías de la ciudad. Vizcaíno es maldito donde debe serlo, en su escritura. No faltarán las críticas porque esta es una novela políticamente incorrecta. Y ofende.
(Juan Carlos Moya)
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